Haré todo lo que pueda y algo más de lo que pueda, si es que eso es posible…

Cosplay: Aprendiendo a ser irrelevante

Cosplay: Aprendiendo a ser irrelevante

Cuando cada persona comienza en una afición, lo hace generalmente movida por un montón de ganas e ilusiones. Lo debería hacer también en los inicios de cualquier trabajo, pero el capitalismo es una cosa que pasa y no siempre puedes estar haciendo lo que te gusta porque necesitas dinero para poder vivir. Los hobbies, en cambio, son otro tema. Estás ahí por gusto. Lo tomas o lo dejas cuando quieras. Es tu remanso de alegría, o debería. Y el cosplay no es diferente a cualquier otra afición.

Al principio lo habitual es ir con las expectativas más bien bajas. Son tus primeros pasos y estás aprendiendo, habrá más cosas mal que bien. Es lo que tiene la inexperiencia. Pero, de pronto, pasas de estar escalando el Himalaya a que la curva de aprendizaje se suavice y, aunque nunca resulte del todo fácil, vas adquiriendo conocimientos y destrezas.

El cosplay es una afición como otra cualquiera. Consume tiempo y esfuerzo, y no pocos recursos económicos. Da igual si eres el cosmaker o no, el dinero vuela. Pero además cuenta con algo que no siempre se da en las actividades de ocio: la exposición a otras personas. Puede ser más bien discreta, acudiendo a eventos sin más complicaciones; o algo mayor si utilizamos las redes sociales para promocionar nuestro trabajo. Esta última es voluntaria, eso sí, aunque quien más y quien menos las emplea para comunicarse con su círculo de amistades y conocer novedades acerca de los temas que le interesan.

Lo cierto es que no conozco a nadie que no le guste que reconozcan su trabajo. Esto no es patológico, que quede bien claro. Pero el saber que eres chu-chu-chuli para alguien anima a quien se ponga por delante. Por eso suelen tener bastante éxito los premios “mención del jurado” de los concursos, que normalmente consisten en una fotografía firmada de quien te premia, de las que vende en su stand. Poco valor económico, pero bastante sentimental. Con el tiempo hay a quien se le hace poca cosa, pero al menos las primeras veces que se gana algo así se suele recordar con bastante cariño.

Dédalo Cosplay, vestido de Eren titán, recoge su premio en Ficzone 2022

Dédalo Cosplay, recoge su primer premio en Ficzone 2022. Fotografía: Irene Kuroi

Sin embargo, la competición más feroz muchas veces no está situada en un escenario, sino en las redes sociales. En parte es porque muchas empresas las utilizan para conocer tu trabajo como cosplayer, y no pocos contratos y promociones han surgido tras ver perfiles de Twitter e Instagram. Como es lógico, cuanta más gente te siga, más probabilidades hay de que alguien “importante” te vea. Aparte de la publicidad, surgen invitaciones a eventos en varias ciudades, estrenos de cine exclusivos, publicidad con regalitos incluidos e incluso promocionar un producto en otros países. Toda una oportunidad de monetizar tu hobby.

Pero otra parte, la más traicionera de todas, es el ego. A veces estamos ahí y queremos que nos sigan porque lo empleamos como un medio de validación externa: si mucha gente me sigue, será que mi trabajo es bueno. Y esto no es real ni lo ha sido nunca. Pero nos encontramos una y otra vez con personas que consideran que merecen reconocimiento y apoyo incuestionable únicamente porque tienen un número determinado de seguidores en las redes sociales. Esto no solamente ocurre con el cosplay sino también con todo aquello que requiera una mínima exposición, como el streaming. Los ejemplos surgen solos.

El problema es que, muchas veces, ese éxito nos parece insuficiente o directamente no llega. Y entonces es cuando necesitamos que nuestra cabeza funcione correctamente si queremos gestionar nuestras emociones. Esta avalancha es muy normal cuando comenzamos en toda la vorágine de las redes sociales. Normalmente no sabemos muy bien cómo manejarlas, los algoritmos son una cosa bastante compleja y, además, no solemos tener contactos que nos echen un cable.

La frustración es un sentimiento completamente normal. Nos estamos esforzando y dándolo todo, ¿y para qué? La respuesta debería ser “porque nos gusta lo que hacemos y queremos hacerlo bien”, pero una parte, aunque sea chiquita, puede soñar con volverse viral. “Soy el Ethan Winters de España, cuando la gente piense en él, verán mi cara”. Casi nada. Pero esto ocurre más bien pocas veces. Nos enfadamos enormemente y nos venimos abajo. Queremos mandar la afición al cuerno, porque para qué hacer nada si no salimos adelante. Considerando “salir adelante” como gustarle a un montón de desconocidos, claro.

A veces pasamos de la frustración al desánimo e incluso a la depresión. Hay a quienes les gusta más la autodestrucción que las croquetas de puchero. Sientes que todo lo que haces es digno de irse a la basura directamente, que no has mejorado en nada ni lo harás. Porque no vales. Puede que tu curva de aprendizaje sea más lenta, pero eso no quiere decir que hagas las cosas mal. Solamente avanzas más despacio. O puede que no hayas encontrado la disciplina en la que brillar: puedes hacer unas armaduras increíbles pero las pelucas se te pueden atragantar. Y no pasa nada. No hay que hacerlo todo bien, en serio.

La cosplayer alemana Kamui muestra sus avances tras 11 años haciendo cosplay

Todo el mundo empieza siendo chiquito. Todo el mundo. Fuente: KamuiCosplay

Otra actitud ante la irrelevancia en redes, pero bastante más tóxica en comparación, es la externalización. Nuevamente aquí juega un papel importantísimo nuestra autoestima, (que hay quien tiene increíblemente saneada), y la autocrítica. Tu trabajo no despega porque los demás tienen mal gusto o sufres una (imaginaria) campaña de difamación. Y, si bien machacarte y buscarte el mínimo defecto no es nada bueno, también hay que aprender a valorar los propios errores y aprender de ellos. “El profe me tiene manía, el perro se comió mis deberes y la comunidad cosplayer es un tongo”. Claro que sí.

Lo cierto es que muy pocas personas pueden llegar a vivir de lo que es para la mayoría una afición, como ocurre con muchas disciplinas artísticas. Esto sucede en todos los niveles, animo a cualquiera a acudir a competiciones deportivas infantiles. El problema es que aquí no nos enfrentamos a papimamis que quieren que su peque les saque de pobres siendo el próximo atleta revelación, sino de gente adulta. Monetizar un hobby se complica más aún en el caso del cosplay, que se considera algo de segunda, pese a la gran cantidad de aprendizaje que conlleva. Maquillaje y caracterización, fotografía, costura, creación de props, modelado 3D, pelucas… Dominar cada una de ellas implica muchas horas y esfuerzo.

La mayor parte de la gente aprende, con el tiempo, a gestionar la irrelevancia. Puedes tener relativo éxito e invitaciones, pero lo más probable es que no. Y, contrariamente a lo que en ocasiones nos han enseñado, no hace falta ser la luciérnaga con el culo más brillante del estanque. Las aficiones están para disfrutarlas y emplear nuestro tiempo. En el momento en el que la monetización se antepone al bienestar que nos generan, muchas veces se convertirán en una obligación, en un trabajo incluso. Y si no solamente ya no nos llena, sino que además no logramos el éxito deseado, nuestra salud mental se resentirá. No nos merecemos eso. Emplead vuestro tiempo solamente en aquello que os haga felices.  Y no olvidéis que aceptar vuestra propia mediocridad también libera, que ser interesante todo el rato es simplemente agotador.

La vida es corta, el arte largo” (Hipócrates).

Disclaimer:

Los artículos de cosplay están basados en mi propia experiencia, con todo el respeto que siento hacia la afición. La palabra “disfraz” está utilizada sin intención peyorativa.

Todas las fotografías se han utilizado con el permiso de los eventos y/o personas implicadas en las mismas. Si has tomado alguna de ellas o representas al evento y no ves tu trabajo atribuido, contacta conmigo por Twitter, o con la web lo más pronto posible para solucionarlo.

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Alystrin
Alystrin @Alystrin

Cosplayer, otorrinolaringóloga, streamer y, sobre todo, mamarracha profesional. Cuqui del almendruqui que no dudaría en sacarte las muelas por tus "incorrecciones políticas"

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