Un juego muy chu-chu-chuuuuuli

Análisis de Train Valley: Console Edition

Análisis de Train Valley: Console Edition

¿Alguna vez habéis visto en alguna película o serie estadounidense la típica maqueta ferroviaria colocada sobre una mesa? Seguro que sí y que, como yo, habéis pensado en lo guay que sería juguetear con una, añadiendo y quitando trenes mientras los hacéis circular con sus pequeñas lucecitas encendidas, pasando por estaciones y ciudades en miniatura llenas de gente diminuta. Más o menos como haría el reverendo Lovejoy. A pesar de no haber podido hacerlo nunca en el mundo real (de momento), estos días he estado jugando a Train Valley aprovechando su reciente salida en consolas, y la verdad es que, en cierta manera, me ha transmitido la sensación de manejar esas maquetitas tan monas.

Como quizá le suceda a muchísima gente, la historia del ferrocarril la conozco más bien con detalles sueltos que en completa profundidad. Cuántos años llevan existiendo los trenes, cómo eran las primeras locomotoras y cómo fueron cambiando con el tiempo. Cosas que puedo describir a grandes rasgos sin tener que memorizar una enorme cantidad de fechas, nombres y datos. Quizá fue por esto que la aproximación que da Train Valley a ese mundo me pareció tan agradable.

Mapa de las vías con castillo

Train Valley tiene un modo historia y, sin embargo, no cuenta una historia. Al menos no de la forma en la que solemos verla normalmente plasmada en los videojuegos. Éste comienza situándonos en escenarios en los que, gracias a los modelos de los propios trenes y los de las edificaciones que van apareciendo, acabamos colocándolos mentalmente en una época concreta. Sus inicios, exactamente. A medida que vamos avanzando en sus niveles iremos cambiando también de escenarios, viajando por lugares como Italia, EEUU, Rusia o Japón, entre otros, y también veremos pasar los años entre uno y otro. Sin grandes pretensiones, pero ofreciendo el contexto necesario para esa historia de fondo.

Sin embargo, ese modo no sería nada sin el género del juego, o un poco la mezcla de los mismos, que nos trae un título de gestión con detallitos que recuerdan a un puzle que deberemos resolver. Sin ser excesivamente ambicioso, trata de conseguir que aprendamos de forma rápida cómo debemos hacer para manejar los trenes y completar el nivel, cumpliendo su función sin complicarse con extras vistosos pero agobiantes. Esto no quiere decir que sea sencillo, ni mucho menos, porque en el primer nivel del juego nos encontraremos con el pánico de tener muchas cosas moviéndose a la vez y que quizá la idea de construir una vía por un sitio concreto va a acabar convirtiéndose en una fábrica de accidentes. 

Mapa de las vias en Japón

Pronto nos habituaremos a los controles y a la utilidad de cada uno, y sólo quedará nuestra planificación y estrategia. Por un lado, podremos pausar y avanzar el juego a nuestro gusto, lo que nos permite frenar un momento y decidir a qué dar prioridad. Al principio siempre es llevar un tren a la estación opuesta, y no tardaremos mucho en aprender que a veces el camino más directo nos dará más problemas que soluciones. Habrá que planificar los giros, las dobles vías y, sobre todo, vigilar muy bien los cambios de vía para evitar un choque de trenes o una llegada a una estación equivocada, con su costo monetario correspondiente, y que puede acabar con nuestra partida de un plumazo.

Así es, aquí también tenemos que sufrir el capitalismo y gestionar hasta el último dólar, porque todo cuesta mucho dinero. Construir vías nos lleva a tener que tomar la decisión de rodear un obstáculo o pagar para eliminarlo y poner los raíles sobre él. La primera puede parecer la adecuada, pero si un tren tarda demasiado también cobraremos menos por el transporte, por lo que tenemos que tener en cuenta todas las posibles variables, incluso antes de que sucedan. Lo mismo pasa con las uniones de las estaciones, y es que irán construyendo más a medida que vayan pasando los años, por lo que nuestro trazado se puede quedar obsoleto y convertirse en un obstáculo justo cuando creemos que tenemos ya todo organizado (ahora empiezo a comprender un poco a Renfe). Nuestras decisiones, incluso la más tonta de creer que un tren es más veloz que el otro que va a llegar a la misma estación, pueden llevarnos a una partida perfecta o al desastre, todo se reduce a gestionar bien y, quizá, rezar a Superman.

Mapa de las vías en Tokio

Tal vez pueda parecer muy exigente, pero lo cierto es que sólo lo es si pretendemos conseguir el 100% de cada escenario. Al comenzar nos piden tres cosas, diferentes en cada nivel, y dependiendo de cuántas cumplamos nos darán más o menos sellos al finalizarlo. Estas peticiones pueden ser conseguir más de X dinero en esa partida, no tener ningún accidente o incluso destruir objetos, y en principio pueden parecer fáciles de cumplir, aunque, a medida que vamos jugando, descubrimos que igual si nos van a dar un sello, es por algo. Conseguir uno es más que asequible, conseguir los tres es un reto. Por suerte, no tendremos ningún problema con los idiomas, porque está traducido al español y eso no nos será una dificultad añadida al hecho de tener que conocer lo que nos piden. Además, a medida que vamos desbloqueando escenarios también lo haremos en su modo sandbox, así que siempre tendremos un lugar al que ir a practicar nuestras habilidades de gestión. O a huir de las exigencias, que tampoco es un mal plan. 

Train Valley es un juego perfecto para esos ratos muertos que son más largos que una partidita rápida a un juego de móvil cualquiera, y más cortos que una sesión de juego normal. Además, su salto a Switch le beneficia sobremanera porque, a pesar de tener cierta complejidad que obliga a concentrarse en la partida, engancha en su justa medida para poder disfrutarlo todavía más en una consola portátil, llevándonoslo a cualquier lugar. Incluso en vuestro propio viaje ferroviario con destino a vuestras vacaciones. Y quién sabe, quizá con este juego descubráis una nueva pasión: los trenes en miniatura.

 

Clave de prensa proporcionada por Blitworks Games.

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Nix

I run on coffee, sarcasm and lipstick. Hace años le vendí mi alma a Bioware y me convirtieron en la Shadow Broker. Tengo un papelito que dice que soy N7, pero no quieren darme mi propia nave. Me gusta llevarle la contraria a la gente y por eso soy una Inquisidora enana y pelirroja.

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