Besa mi brillante culo metálico

Análisis de Atomic Heart

Análisis de Atomic Heart

Mucho se ha hablado ya, sobre todo en medios internacionales, sobre Atomic Heart, el polémico primer juego de Mundfish. Previa a su lanzamiento, la teoría de que se tratase de un juego que glorificase la Unión Soviética, las posibles asociaciones del estudio con oligarcas rusos, y una fecha de lanzamiento situada justo en el día en el que se cumple un año de la invasión de Ucrania por las tropas rusas, han conseguido que las declaraciones del estudio sobre el tema hayan sido revisadas palabra por palabra, pecando de tibieza en más de una ocasión. Sin embargo, esto no es algo nuevo en la industria de los videojuegos (todo el mundo conoce la realidad de Call of Duty), y una vez más he querido ver con mis propios ojos qué era lo que sucedía en Atomic Heart, y cuánto de realidad había en la política del juego. Y es que, una vez más, nos encontramos ante un juego extremadamente político del que se empeñan en decir que en realidad no lo es. 

La trama de Atomic Heart nos sitúa en una línea temporal paralela en la que los sucesos del final de la Segunda Guerra Mundial suceden de una forma un poco diferente. La URSS, gracias a Séchenov y su grupo de científicos, descubre un polímero que juega un papel crucial durante la guerra, y que le permite avanzar muchísimo tecnológicamente. Tanto, que la robótica se ha convertido en una ayuda masiva y efectiva para todo tipo de trabajos sucios, duros o agotadores, permitiendo que la Unión Soviética se convirtiese en una utopía donde todo el mundo es feliz y puede dedicarse a hacer lo que más le guste, mientras en el resto del planeta continúan bajo el yugo capitalista. O eso es lo que intentan hacernos creer, y es que esa Unión Soviética está muy glorificada pero, a poco que rascamos un poco en la superficie, vemos que hay cosas que no encajan tan bien como quieren hacernos creer. O que, directamente, huelen a chamusquina. Y aquí es donde entras tú, el mayor P-3, quien tiene el honor de visitar la Instalación 3826 en Chelomey justo cuando los robots comienzan a volverse locos y rebelarse. Su misión es averiguar en qué momento se fue todo al garete, por qué, y quién es el responsable de todo, y tendrá que ir tirando de hilos que le llevarán a los diferentes experimentos clasificados y el motivo por el que no solo los robots quieren matarnos, sino por qué hay mutantes que también quieren hacerlo. 

Combate con guante

Por suerte, nuestro protagonista no está solo, sino que cuenta con la inestimable ayuda de un guante llamado Char-les. Este, por supuesto, no es un guante normal, sino que es un guante polimérico que nos permitirá acceder a todo tipo de armamento y habilidades. Sobre todo en cuanto nos encontramos a NORA, un robot Reparadora que nos permitirá fabricar armas transformando la chatarra que nos vamos encontrando por el escenario, así como instalarles mejoras a las mismas, e incluso a las habilidades de Char-les. Aunque esto no nos saldrá gratis, y es que cuando vimos el material promocional del juego nos encontramos con unos robots sexualizados, las bailarinas, pero en realidad la sexualización estaba en otro lado. Concretamente, en NORA, la Reparadora con forma de nevera vintage. Y, creedme, su sexualización es tan incómoda que incluso el pobre P-3 sufre al escucharla. Un buen ejemplo de cómo nos sentimos nosotras con muchos juegos. 

Aparte de Char-les y NORA, también nos encontraremos otros personajes durante toda la historia, como el propio Séchenov, Mólotov, Larisa o la yaya Zina, quien sin ninguna duda es el mejor personaje del juego, porque a quién no le va a gustar una abuela malhablada con acceso a metralletas. Estas personas son las que nos irán desvelando poco a poco la trama, con la ayuda de los correos que podremos ir leyendo en los diferentes terminales que estarán desperdigados por cada esquina, y de los trinadores, una especie de grabadoras con forma de reloj de bolsillo que contendrán detalles importantísimos para que vayamos atando todos los cabos sueltos relacionados con las hostilidades que nos rodean, tanto las máquinas como los orgánicos. 

Combate contra mutante

En Atomic Heart no nos vamos a limitar solo a leer y a escuchar, sobre todo cuando contamos con un rango de armas tan amplio que nos permitiría dejar como un colador a cualquiera que se cruce por nuestro camino. Por un lado, tenemos el combate cuerpo a cuerpo, el cual creo que es en el que más cojea el juego. Llevar una de las diferentes hachas o mazos está bien, y pegarle a unos robots con bigote de actor porno de los 80 siempre es satisfactorio, pero cuando son enemigos tan rápidos que si te despistas se ponen detrás de ti y tienes que depender del giro de la cámara, la sensación que da es que sería mucho mejor combate si en vez de en primera persona fuese en tercera. Sobre todo porque al final acabas aporreando el botón de ataque y deseando que el robot sea tan idiota como para cruzarse en tu camino. Esto no sucede con las escopetas, pistolas, armas eléctricas y demás cacharrada que dispara, ya que podemos combinarlas con el radar que nos muestra dónde están los enemigos y hacia dónde se mueven, permitiéndonos crear nuestra propia estrategia o, cuando ya se lía parda, disparar a todo lo que se mueva antes de que lleguen a nuestra posición. Eso sí, unas cuantas balas gratis más no vendrían mal. Y, por supuesto, también contaremos con alguna que otra arma de las grandes, de las que hacen PUM muy fuerte, para cuando se nos acabe la filosofía zen.

Lo que está cuidado hasta el más mínimo detalle es la estética que forma cada pieza visual del escenario. Desde los detalles pequeñitos, como las teteras y tazas que nos podemos encontrar en alguna cabaña, el pañuelo en la cabeza de yaya Zina o las alfombras de las paredes, hasta los edificios gigantescos de la claramente reconocible arquitectura estalinista. No por nada, en cuanto comienza el juego podemos encontrarnos con la que podría ser la “octava hermana”. Aparte de eso, como también era común en la época, todo está plagado de simbología y estatuas de los líderes comunistas, del obrero, la hoz, o incluso la famosa estatua de la Madre Patria de Volgogrado. La música, a su vez, también aporta su granito de arena en la localización del juego, combinando nanas rusas, música tradicional e incluso ópera. Que, por cierto, muy bien colocada, porque matar robots asesinos con un aria de fondo hace que todo sea más poético.

Combate en mundo abierto

Atomic Heart es un juego que, aunque no inventa nada, consigue mantener la atención gracias a una trama que nos ofrece la cantidad perfecta de información a cuentagotas que nos va dirigiendo a desvelar más y más secretos. Engancha de una manera que sus pequeños fallos pasan a un segundo plano, porque lo que queremos es descubrir la verdad de esa utopía. Porque no hay sistema político que sea perfecto, sobre todo cuando la corrupción lo convierte en algo completamente inestable.

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Nix

I run on coffee, sarcasm and lipstick. Hace años le vendí mi alma a Bioware y me convirtieron en la Shadow Broker. Tengo un papelito que dice que soy N7, pero no quieren darme mi propia nave. Me gusta llevarle la contraria a la gente y por eso soy una Inquisidora enana y pelirroja.

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