Análisis de Toem

31/05/2022 | tarahassee | No hay comentarios
En septiembre de 2021, Something We Made trajo al mundo Toem, un videojuego indie de aventura cuya mecánica principal se basa en hacer fotografías. ¿Puede un juego tan sencillo conseguir algo grande? Podéis apostar todos los carretes de vuestras cámaras viejas a que sí.
Toem es un juego sencillo, breve (si quieres completarlo al 100% no te llevará más de seis horas), de estos que apetece jugar con una manta encima o en una cafetería para desconectar del ritmo frenético que acecha en nuestro día a día. La trama es sencilla también: en tu pueblo natal, tu abuela te habla del Toem, sus virtudes y lo maravilloso que es contemplarlo. Y ahí que te embarcas tú en un viaje, cámara en mano, dispuesto a encontrarlo (para descubrir también qué puñetas es, ya que tu abuela no suelta prenda).
El trayecto está dividido en cinco paradas (o niveles) que se corresponden con las cinco zonas que tendrás que completar para poder avanzar y llegar al Toem. ¿Y cómo se consigue avanzar? Viajas en un autobús a cargo de un personal bien majo que te cuenta que, cuando reúnas una cantidad determinada de sellos (varía según la zona), te regalarán un viaje gratis hasta la siguiente parada. Y preguntaréis de nuevo, ¿y cómo consigo esos sellos? Completando las misiones que se proponen en cada lugar que visitas. Siempre habrá más misiones que sellos necesarios para avanzar, de modo que si en alguna nos frustramos o no encontramos la manera de completarla, podamos elegir otra que nos permita reunir los sellos necesarios para continuar nuestro viaje. Y ya está. Eso es Toem.
¿Qué lo hace especial entonces? Su carácter amable, sin pretensiones, su propuesta humilde (que no escasa) y su intención, que no va más allá de hacernos pasar un rato ameno, disfrutón y entretenido. Toem es sin duda la representación hecha videojuego de la expresión «a veces es más importante el camino que la meta en sí». Y esa es realmente la verdadera temática del juego, ya que llegar al Toem es el final. Ya está, has llegado, bien por ti. Sin embargo, por el camino conoces gente que te cuenta sus historias, su pasado, gente a la que consigues ayudar y de la que recibes gratitud, te empapas de diferentes paisajes, descubres detalles ocultos, la belleza de lo simple, personajes escondidos que no estaban donde miraste la primera vez, conexiones entre unas zonas y otras. Durante el camino avanzas, retrocedes, le das vueltas al coco para entender qué te piden entre líneas algunas misiones. Te esfuerzas en hacer la mejor fotografía aguardando el momento exacto en el que la gaviota bate las alas o la rana salta, eres consciente de lo lejos que has llegado y de lo tranquilo, en paz y centrado en el presente que te sientes. Y ya está. Eso es Toem. Que ahora sí, como veis, no es poco.
Cuando llegas al final y descubres, tras horas de juego y kilómetros de viaje lo que es el Toem, pues sí, ves saciada tu curiosidad, pero aún más tu satisfacción de haber llegado hasta allí resolviendo los puzles por tu cuenta, viviendo todo lo que has vivido. Vuelves a casa de tu abuela con la mochila más cargada de lo que te fuiste, porque ahora la tienes llena de recuerdos en forma de fotografías.
La mecánica es sencilla: solo tienes que sacar la cámara, enfocar y hacer clic con ella. Los personajes de las diferentes zonas te pedirán una serie de cosas que tendrás que captar con tu cámara y luego presentarles para que den el favor como realizado y te compensen con un sello. Pero Toem intenta hacer construcción de un adoquín y no te dejará utilizar la cámara únicamente para hacer fotografías, con una serie de mejoras permitirá incluso derribar barreras y activar mecanismos ocultos.
Y no ocurrirá esto simplemente con las mecánicas. Paralela a la trama principal de encontrar el Toem o las peticiones troncales necesarias para conseguir los sellos, el juego propone una serie de logros o misiones secundarias que, a pesar de no servir para avanzar en la historia, lo que sí proporcionan es mucho gustito cuando las completas. Muchas de ellas se servirán de zonas escondidas o la consecución de una misión previa para poder alcanzar el objetivo final. La sensación de ir conectando engranajes dentro de una misma misión hasta encontrarle un sentido es otro de los alicientes que te invita a explorar cada zona de una manera detallada y curiosa.
La forma que los personajes tienen de solicitar sus favores es a veces un puzle en sí mismo. En muchas ocasiones tendremos claro aquello que hay que buscar, reunir o fotografiar. Pero otras veces la manera de plantearlo será más críptica, menos directa y habrá que dar un par de vueltas (tanto mentales como por el entorno) hasta saber qué es exactamente lo que quiere de nosotros nuestro recién estrenado amigo. Esto hace que, dentro de la tranquilidad que ofrece el juego, haya también un componente de mantenernos activos y resolutivos.
Y este es otro punto que destacar dentro de Toem: no te lo dan todo hecho. Muchas interacciones o conexiones entre misiones y objetos ni siquiera serán explicadas. El juego, sin decírnoslo explícitamente, nos invita a explorar el paisaje con detenimiento y sacar nuestras propias conclusiones sobre de qué manera podemos adaptarnos mejor a él y sacarle partido gracias a nuestro inventario y nuestra cámara.
La estética acompaña el ambiente tranquilo del juego. Las zonas, divididas en pequeños escenarios, se nos presentan en forma de diorama del que podemos acercarnos y alejarnos con un zoom de los controles. Son como pequeños extractos de paisaje extraídos de un mundo más grande al que se nos permite aproximarnos con lupa para disfrutar de los detalles. Algo destacable dentro del diseño es que todas las localizaciones son en blanco y negro, lo que puede hacer (ya a un nivel subjetivo) que de algunas zonas como el bosque o el fondo del mar no se saque tanto partido como cabría esperar.
La música, de corte igual de tranquilo y agradable que el juego en sí, corre a cargo de Jamal Green y Launchable Socks. Se presenta en forma de cassettes que vas recogiendo en los distintos puntos del mapa y es otro pequeño detalle que te ayuda a sentirte en mitad de un viaje de carretera: Abres el inventario, eliges el cassette que quieres escuchar y le das al play.
Una vez terminado el juego podemos echarle un vistazo a nuestro álbum de fotografías y recordar cada momento vivido, editar aquellas que más nos gusten y seguir explorando cada nivel para completar los favores o misiones secundarias que no hayamos realizado en la primera ronda.
Toem es, sin duda, un respiro dentro de la propia industria de los videojuegos. Sin exigir demasiado ni ofrecer más de lo necesario nos regala un paréntesis dentro de la experiencia del gaming. No se pone a prueba nuestra habilidad, no nos plantea complicadísimos acertijos que nos sacan de nuestras casillas, no morimos una y otra vez, no pasamos horas y horas dando vueltas en un mundo abierto sin fin. Toem nos entrega una cámara de fotos, unas pocas horas de juego y nos dice: Emprende tu viaje, relájate, saca fotos de todo ello y no te olvides de pasarlo bien.
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