A la muñeca, un manguerazo y como nueva

Análisis de Barn Finders + Bid Wars DLC

Análisis de Barn Finders + Bid Wars DLC

Quienes me hayáis leído alguna vez sabréis que tengo cierta debilidad por los juegos “de gama media”. Esos juegos que no llaman la atención de la misma forma que un triple A o uno de esos indies virales, títulos considerados mediocres por la crítica y que, tras su fachada simple o menospreciable, esconden una jugabilidad que puede engancharnos durante horas sin que nos demos cuenta. Esos juegos de serie B. Este es, sin ninguna duda, el caso de Barn Finders, un título que disfruté (sin vergüenza alguna) en su lanzamiento en 2020 y al que he vuelto para darle la bienvenida a su nuevo DLC, Bid Wars. Y os puedo asegurar que es sin ninguna duda el simulador de redneck más gracioso que os vais a encontrar.

La historia principal de Barn Finders comienza en la casa de empeños de nuestro tío Billy, un señor que… bueno, digamos que su nombre podría haber sido Cletus y no habría llamado la atención. El negocio familiar está un poco de capa caída, así que nos tocará remangarnos la camisa de cuadros y hacer lo que mejor se nos da: pujar en subastas y visitar lugares abandonados. Las dos cosas para poder conseguir objetos de valor, claro está, por lo que tendremos que distinguir qué objetos solo sirven para reciclar, cuáles sirven para vender y, dentro de estos, si hay alguno que simplemente esté sucio o roto, dos estados que podremos solucionar con nuestras dos manitas. Y, quién sabe, si lo hacemos muy bien quizá acabemos heredando la tienda, así que será mejor que nos pongamos las pilas y consigamos mucha pasta.

Por el contrario, en Bid Wars DLC el que parece que consiguió unos cuantos fajos de billetes es el tío Billy, y es que le pondrá velas a nuestra camioneta y nos llevará a una isla en medio de la nada para enseñarnos un parque temático en el que seremos el centro de todo. Más que nada porque allí no hay nadie más. O, al menos, nadie que no sea un muñeco de cartón (pero educado, que hablan). Ese parque temático recrea un montón de localizaciones del juego base con una pequeña vuelta de tuerca, dándole una sensación de museo cutre y acartonado en el que tratan de imitar una vida real sacada de los carteles publicitarios de los años 50. Pero con subastas, claro está, que aquí no vivimos del aire.

Personajes de cartón en una hoguera

En Barn Finders nos encontraremos con unas mecánicas básicas que no nos complicarán la existencia en ningún momento. Nuestra misión es ir a cada una de las localizaciones que nos van apareciendo en el ordenador y, una vez allí, llenar la camioneta de objetos. Estos pueden ser de diferentes tipos, y es que tendremos la opción de recogerlos sin más o destruir algunos para ir acumulando unos recursos que nos irán haciendo falta a medida que vayamos avanzando en la trama. Además, también tendremos una tienda en la que podremos ir comprando herramientas o mejorando las que ya tenemos para hacer nuestro trabajo más rápido y mejor, o para desbloquear zonas a las que quizá no podríamos haber accedido de otra forma. Una vez que conseguimos limpiar la localización de arriba abajo recogiendo absolutamente todos los objetos (incluso el papel higiénico de oro), podremos regresar a nuestra querida casa de empeños, y nos tocará ponerlo todo en venta. Iremos vendiendo cada objeto uno a uno, aceptando lo que nos ofrecen o regateando para que nos paguen todavía más por él, teniendo cuidado de que no nos salga el tiro por la culata y acabemos cobrando menos. Todo ello para poder ir ampliando poco a poco la tienda y, además, para poder invertir en las pujas por los diferentes trasteros, donde lo más importante no son los objetos (que también), sino el hecho de poder cotillear cada uno y encontrarnos desde un mini estudio de televisión a un granero medieval, pasando por… ¿un pantano con un cocodrilo? 

Primer plano de un animal disecado saludando

Volviendo a nuestra isla del parque temático, allí nos encontraremos con una base jugable que sigue la estela directa del juego principal. En general todo gira alrededor de ir explorando zonas, desbloqueando nuevas utilizando la moneda propia del DLC, el Bidcoin, ganando subastas y poniendo objetos en venta. Sin embargo, cuenta con un pequeño lavado de cara que le da un aire novedoso, además de unas mecánicas extra que le sientan muy bien. Las subastas, al no haber nadie más en la isla, se hacen de forma digital y con un pequeño chat en el que el resto de la gente que puja se cagará en nuestros muertos protestará cuando pierda, como sucedía en persona. En las ventas pasará lo mismo, se colocarán los objetos utilizando una pantalla que contacta directamente con nuestro almacén, y también tendremos una pequeña zona en la que podremos comprar diferentes objetos. Pero las mayores diferencias se pueden dividir en dos: la existencia de los horarios y la de una dimensión paralela. Los horarios nos bloquearán y desbloquearán zonas y eventos dependiendo de la franja horaria en la que esté nuestro personaje. Habrá subastas que sólo existan por la tarde, zonas que sólo abren por la mañana, y precios u objetos que varían dependiendo de en qué hora los vendamos o vayamos a comprarlos. La dimensión paralela, a la que accedemos a través de un maletín, nos llevará a un espacio de apariencia infinita en el que tendremos diferentes salas abiertas. En algunas es donde almacenaremos los objetos que vayamos recogiendo y tengamos pendientes de venta, mientras que en otra coleccionaremos los pósters que iremos encontrando por la zona principal. En una diferente podremos hacer transformaciones con materiales, y en otra podremos fusionar unos con otros, creando aberraciones como el WC con carretilla. Porque, ante todo, el humor es lo que reina durante todo el juego.

Habitación de la otra dimensión

Como os podéis imaginar, siendo el tipo de juego que es, nos encontraremos algún que otro fallo técnico, aunque realmente ni siquiera se hace molesto. Quizá porque esperamos encontrarlo, o porque con la temática del título no nos encaja un pulido extremo. Cosas como materiales clipeando con los diferentes objetos o elementos del suelo, cajas que salen volando al colocarlas de una forma concreta, el poder atravesar algunos objetos o que a veces no aparezca la interacción a la primera. Nada que rompa el juego ni que nos impida seguir jugando, pero son detallitos a tener en cuenta. Aunque, para compensar, es un juego que no exige un ordenador muy potente para poder disfrutarlo. 

Barn Finders es uno de esos títulos a los que ir cuando queremos desconectar completamente de todo y jugar por jugar, sin estrategias, sin sustos, sin dramas por habernos equivocado en algo demasiado relevante. Un título que basa su atractivo en el humor absurdo y los chistes de pedos mientras nos permite hacer el mamarracho vaciando lugares abandonados, garajes o graneros para luego vender nuestros tesoros mediocres y vivir disfrutando de la cutrez de un pueblo de lo más profundo de Ameryka. Y, como guinda del pastel, poder viajar hasta el parque temático más deficiente de la historia con el Bid Wars DLC, donde nos darán más de lo mismo, pero aún más vulgar y lamentable. Y sí, todo esto lo digo desde el cariño y recomendándoos el juego. En serio.

Humble Bundle Instant Gaming

Cómprame un café en ko-fi.com

Nix

I run on coffee, sarcasm and lipstick. Hace años le vendí mi alma a Bioware y me convirtieron en la Shadow Broker. Tengo un papelito que dice que soy N7, pero no quieren darme mi propia nave. Me gusta llevarle la contraria a la gente y por eso soy una Inquisidora enana y pelirroja.

No hay comentarios
Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: