La mediocridad como forma de vida

La mediocridad como forma de vida

Desde hace bastante tiempo convivimos con una realidad en la que parece que los juegos dependen de una forma enfermiza de las notas, que un juego con un 85 es regulero y otro con un 73 es para tirarlo a la basura. Este problema viene tanto por parte de desarrolladoras y distribuidoras como de fans, se utiliza como arma arrojadiza en la guerra de consolas y no genera ningún tipo de beneficio, porque los juegos que se pueden permitir estar hechos para residir en lo más alto van a seguir estándolo con nota o sin ella. En cambio, hay ciertos títulos que viven en el limbo de Metacritic sin sufrir por esas batallas de puntos y que nunca somos capaces de dejar de recomendar. Cuando pensamos en nuestro videojuego favorito, nuestra memoria siempre suele dirigirse hacia auténticas maravillas, títulos que nos han volado la cabeza con sus historias, nos han llegado al corazón con sus personajes y nos han marcado para siempre por algún detalle concreto que podemos describir con una precisión pasmosa. Dependiendo de nuestros gustos, nuestras vivencias personales e incluso, por qué no, nuestras propias amistades, ese momento puede ir desde la misión de Thessia de Mass Effect 3 al final E de Nier Automata. Sin embargo, también puede ser una cosa tan sencilla como tu sim preferido cumpliendo su sueño de ser artista, completar el museo de peces de Animal Crossing, romancear a Robert en Dream Daddy o tal vez uno de los mil viajes hechos en Euro Truck Simulator 2. Porque los GOTY están muy bien, pero muchas veces los títulos a los que más horas les acabamos echando por lo mucho que nos gustan son, precisamente, los juegos mediocres.

Cuando oímos la palabra “mediocre” tenemos la costumbre de pensar, por definición, en algo malo o que no merece la pena, pero yo soy ese tipo de persona que reivindica la acepción de calidad media, de ser algo o alguien que cumple con lo que quiere hacer, que es suficiente y, en este contexto, que es divertido y entretenido sin necesitar revolucionar el género ni el medio. En el momento en el que estoy escribiendo estas líneas, House Flipper tiene un 68 en Metacritic, y Barn Finders ni siquiera cuenta con puntuación. Son ejemplos de juegos mediocres, y sin embargo cualquiera de mis compañeras puede dar fe de que mis reacciones jugándolos son de auténtica diversión y emoción, a un nivel que incluso he conseguido que alguna se los compre después de chillarles una y otra vez sobre lo mucho que me están gustando. Esto me ha hecho pensar en todas esas veces que por un motivo u otro decidimos pasar completamente de algún juego que, si le diésemos la oportunidad, podría llegar a convertirse en uno de nuestros favoritos, o en el desprecio que le podemos llegar a hacer a otros por el simple hecho de no estar en boca de todos, ser el indie de moda, o ser el AAA que acaba de salir esa semana. 

¿Quiero decir con esto que los títulos de bajo presupuesto son, por defecto, mediocres? ¡Claro que no! Tenemos juegos con un presupuesto de risa que han marcado un antes y un después en la industria siendo tan pequeñitos que estaban hechos por una sola persona, como es el caso de Stardew Valley o Undertale. Estos títulos, independientemente de si te gustan o no, son buenos juegos que saben perfectamente lo que hacen y por eso consiguieron colarse entre los más grandes. La calidad de un título no se mide en ser indies, a pesar de que exista gente que jure y perjure que los únicos juegos buenos son los que están en Itch.io porque, para sorpresa de nadie, en todas las plataformas hay títulos buenísimos y auténticas mierdas. Tampoco se mide en dinero, ni en cuatrokás, ni en raytracings, ni en la cantidad de partículas moviéndose por la pantalla. Un ejercicio que nos toca hacer cuando analizamos un videojuego es observarlo como jugadoras, pero también como críticas. Y estos puntos de vista, muchísimas veces, no coinciden en lo más mínimo. El mejor ejemplo que se me ocurre de esto es, sin ninguna duda, Dragon Age 2. Como jugadora mataría por tener la oportunidad de volver a jugar por primera vez este título. Como crítica, tendría que decir que todo es horrible, excepto el guion. Tras un desarrollo tan corto y tan accidentado que dio a luz un juego con combates repetitivos y zonas hiperlimitadas, no podría dejarme llevar por el corazón y decir que es el mejor juego del mundo solo porque nos haya dado a Varric. Este contraste es exactamente el que nos marca la calidad de un juego, convirtiendo a DA2 en un título mediocre al que adoro con toda mi alma. 

Los juegos mediocres son muchos, pero no todos son algo salido de Dragon Age (que, por cierto, también tiene su juego malo en forma de spin off), de God of War (corramos un tupido velo en otro spin off), de Uncharted (spin offs, spin offs everywhere) o de cualquier juegazo que se os pueda ocurrir. A veces no necesitan sagas archiconocidas para existir, y aun así siguen apareciendo. Quizá por ello os preguntéis por qué deberíamos hacerles caso entonces, y yo os respondo que es muy sencillo: son los que están manteniendo la industria. Los tiempos de desarrollo son muy largos (y, personalmente, no me importaría que lo fuesen un poco más si con ello se garantiza la salud y la estabilidad de la gente que los hace) y cada vez hay más personas aficionadas a los videojuegos que quieren títulos nuevos porque no todos duran tanto como Skyrim o GTA V, y menos mal. Esos juegos que no salen para triunfar y arrasar en ventas, sino que se conforman con su pequeña y fiel fanbase, están hechos para ser descubiertos por casualidad, para pasar de boca a boca con un simple “¿Has probado esto? Está entretenido” o para matar el rato mientras esperamos la salida de ese otro juego que nos provoca tantísimo hype. Y este es un enfoque tanto de entretenimiento como de ventas más que válido y respetable, porque sin cosas así no podríamos tener todo lo demás.

Este texto, pedido por nuestra querida gente de Patreon, es una reivindicación de los juegos mediocres, porque son tan importantes para el medio y la gente que juega como lo pueden ser Mass Effect, The Last of Us, Final Fantasy o Dark Souls. Son esos títulos de ensayo y error, los que se pueden permitir hacer pruebas de cosas que quizá alguien acabe desarrollando en mayor nivel, los que cubren esos nichos tan pequeñitos que parece que a nadie le importan, pero que dan diversión a miles de personas. Son los que nos ofrecen entretenimiento entre GOTY y GOTY, los que nos ayudan a relajarnos cuando no tenemos un estado emocional que pueda soportar ciertas narrativas más fuertes y emotivas, los que nos ayudan a evadirnos por completo con algo que ni siquiera esperabas que te gustase. Son el jueguico de antes de dormir o el de tomarse el café por la mañana. Son, sin ninguna duda, una parte de nuestro día a día y, como tal, debemos aprender a apreciarlos más. Y que les den a los números.

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Nix

I run on coffee, sarcasm and lipstick. Hace años le vendí mi alma a Bioware y me convirtieron en la Shadow Broker. Tengo un papelito que dice que soy N7, pero no quieren darme mi propia nave. Me gusta llevarle la contraria a la gente y por eso soy una Inquisidora enana y pelirroja.

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