Los arcillanos van buscando la rima

Análisis de Moonscars

Análisis de Moonscars

Si hay un género que reina en el mundo indie, con perdón de los roguelike, son los metroidvanias. Son relativamente sencillos de planificar, funcionan muy bien en 2D, ofrecen un reto durante toda la partida y, lo más importante, suelen atraer a mucha gente. Sin embargo, también debemos tener en cuenta que un metroidvania es tan fácil de hacer como difícil de conseguir que destaque sobre los demás. Porque aunque la base sea la misma, siempre debe existir una capa extra que le dé un toque de originalidad. Y eso es lo que iba buscando cuando me encontré con la estética bloodbornesca de Moonscars, porque quién sabe, quizá había algo más en su interior que me acabase sorprendiendo.

Moonscars nos cuenta la historia de Irma la Gris, una guerrera de un reino en ruinas. Ella, lejos de ser una humana normal y corriente, es una Inmaculada, una combatiente creada de arcilla de polvo de huesos. Y ahora, con sus recuerdos casi borrados, dedica sus esfuerzos a encontrar a su creador, el Escultor Zoran. Esto es, de forma general, lo que sucede durante todo el juego, y es bastante probable que mucha gente que lo haya completado se haya quedado únicamente con eso. Y es que Moonscars tiene un gran problema. Cuando comienza el juego nos dan, como suele pasar en muchos otros títulos, una cantidad enorme de datos y nombres que tratan de conseguir que nos sumerjamos por completo en el universo en el que sucede el juego. Sin embargo, la forma en la que lo hace sólo consigue que, cuanto más leemos, más aumenta la confusión. Los personajes hablan de forma muy críptica, sin aclararnos nada, e incluso algunos de los objetos que vamos consiguiendo por el camino se convierten en una adivinanza que nos complicará el simple hecho de saber para qué sirve. Eso sí, al menos siempre tendremos claro que hay que ir del punto A al punto B. 

La exploración de los mapas, si bien nos hará aprovechar la verticalidad al máximo, se basa principalmente en avanzar sin pensar demasiado. Es muy difícil equivocarse de camino, porque el propio juego nos mantendrá puertas y pasadizos cerrados hasta que sea el momento adecuado (o hasta que hayamos encontrado la palanca necesaria). Por eso, preocuparse por el hecho de perderse es algo que no suele suceder, ya que además cada zona es muy reconocible y tendremos un mapa enorme actualizado al segundo en nuestra pantalla de pausa. Esto, además, nos permitirá planear nuestro camino por si nos interesa volver a revisar alguna zona en la que sabemos que se nos ha quedado algo, utilizando unos espejos que servirán tanto para el viaje rápido como para ir a lo que podemos considerar nuestra “base”, el Taller, además de poder comprar ciertas mejoras. 

Irma atacando a un enemigo

Aparte de la exploración, la otra parte importante de Moonscars es el combate. La mayoría de los enemigos arcillanos que nos vamos encontrando son asumibles. Es un título complicado, pero que en muchas zonas nos dejará respirar. Sin embargo, de vez en cuando nos encontraremos situaciones con enemigos mucho más fuertes, con una barra de vida enorme, o simplemente un grupo excesivo de ellos, por lo que todo se puede complicar en cualquier momento. Y a medida que vamos avanzando en el juego, más posibilidades hay de que esto suceda. Sobre todo porque Moonscars es ese tipo de juego puñetero que decide que cuanto más mueres, más debe castigarte, así que quizá nos pasemos la mitad rezando para que no se enfaden todos con nuestra Irma. Aunque donde más deberemos temer la ira de los enemigos es contra los jefes. Que no os engañen, si veis a alguien diciendo que son sencillos, miente como un bellaco y ha limpiado más el suelo con la cara de lo que da a entender su número de dientes. Desde el primer jefe que nos encontramos nos damos cuenta de que no están para jueguecitos, y que si no hacemos lo que quieren lo vamos a tener muy difícil. Se puede acabar con ellos, sí, pero a qué precio.

Por suerte, antes de llegar a los jefes tendremos tiempo de sobra para ir probando las diferentes mecánicas y objetos que tendremos disponibles. Cosas como amuletos para mejorar diferentes estados, ataques o defensas, unos ataques especiales que nos darán un golpe mucho más fuerte con el que atacar, o encantamientos que pueden ofrecernos diferentes ventajas. Entre una cosa y otra tendremos multitud de combinaciones que probar para poder encontrar una que se adapte mejor a lo que hacen los enemigos, o a lo que más cómodo nos resulte para luchar. Y es que ante la duda, lo mejor es dar un espadazo, sobre todo teniendo en cuenta que nos servirán para recargar el ícor, una sustancia (que podemos ver en forma de barra al estilo de la estamina) que nos servirá tanto para utilizar las diferentes habilidades que tengamos, como para curarnos cuando recibimos daño. Así que, por la cuenta que nos trae, mejor que siempre esté bien cargada.

Estatua que forma parte de un escenario

La mejor parte de Moonscars es, sin ninguna duda, la estética y la música que forman el juego. Con una paleta de colores limitadísima, utilizando una escala de grises tirando hacia lo oscuro y varias gamas de rojo, consigue dar esa estética de fantasía oscura que tan bien le sienta. Las continuas referencias a la luna y parte de las construcciones que podemos encontrarnos son las que nos ofrecen esas reminiscencias a Bloodborne, sin que realmente se parezcan en nada, pero que hacen que nos pique el gusanillo. Y la música, sin ser algo que se acabe pegando al cerebro de forma permanente, consigue mantener el ambiente lúgubre de los caminos y poderoso de los jefes, encajando tal y como tiene que hacerlo. 

Moonscars es un título del que, personalmente, esperaba bastante más. No es un mal juego, pero falla a la hora de equilibrar la dificultad entre el recorrido de los escenarios y los jefes, dejándote una sensación de injusticia por saber que no eres el problema. Además, lo críptico de su narrativa puede hacer que mucha de la gente que lo juegue acabe ignorando por completo la historia, porque es tan opaca que consigue que puedas perder el interés desde los primeros minutos. Es uno de esos títulos que juegas, te lo pasas bien durante un rato, lo terminas y no vuelves a pensar en él. Un metroidvania más.

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Nix

I run on coffee, sarcasm and lipstick. Hace años le vendí mi alma a Bioware y me convirtieron en la Shadow Broker. Tengo un papelito que dice que soy N7, pero no quieren darme mi propia nave. Me gusta llevarle la contraria a la gente y por eso soy una Inquisidora enana y pelirroja.

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