Análisis de Arise: a Simple Story

Análisis de Arise: a Simple Story

Fue una grata sorpresa cuando, al terminar Arise: A Simple Story, aparecieron en los títulos de crédito unos nombres que me resultaban más fáciles de pronunciar de lo que suelo estar acostumbrada. Y es que esta joyita indie se gestó en las entrañas de Piccolo Studio que, pese a su nombre-trampa, no son un estudio italiano sino español, afincados en Barcelona. Arise ha sido su primer juego, ya que anteriormente se habían dedicado a la creación de experiencias interactivas para empresas alrededor del mundo. El desarrollo de videojuegos fue siempre una espinita clavada para sus fundadores hasta que finalmente, y tras reclutar un equipo altamente preparado para ello, Arise: A Simple Story, vio la luz en diciembre de 2019.

Podremos encontrar este juego en todos estos idiomas (según la información de la store): alemán, chino (simplificado), coreano, español, español (México), francés (Francia), inglés, italiano, japonés, polaco, portugués (Brasil), portugués (Portugal), ruso y turco. Aunque realmente el idioma que utiliza Arise es universal: las emociones transmitidas por recuerdos e imágenes. Y es que los textos únicamente serán necesarios durante el tutorial para aprender los controles básicos, ya que en Arise no hay ningún diálogo o archivo para leer en toda su duración.

Arise es un videojuego de aventura en tercera persona dividido en diez capítulos (o niveles, aunque ello no significa que aumente la dificultad) donde, tomando como base la mecánica principal, tendremos que encontrar la forma de avanzar hasta llegar al final. Podríamos decir que Arise ha cogido lo más interesante del género de plataformas y de puzles para crear una combinación original y sencilla. La mecánica principal en la que se basa Arise es el control del tiempo: podremos manejar el tiempo hacia delante y hacia atrás para que, por ejemplo, cambien las estaciones, se muevan los objetos o caminen los animales y así utilizar estas alteraciones a nuestro favor para avanzar a través del capítulo. La jugabilidad y los controles son sencillos y si tuviera que sacarle algún «pero» sería la imposibilidad de mover la cámara (solo puedes ajustarla ligeramente hacia arriba y hacia abajo) lo que en ocasiones hizo que la perspectiva me jugase una mala pasada. La duración de este título es más bien corta, no necesitándose más de 5 horas aproximadamente para completarlo.

 

Respecto a la complejidad del título no encontraremos dificultades para terminar cada nivel o capítulo. La exploración es muy limitada por lo que se nos deja un único camino a seguir en el que irán apareciendo los obstáculos que tendremos que sortear mediante el control del tiempo para seguir avanzando. Los puzles o rompecabezas que se presentan son intuitivos y no necesitaremos extraer grandes razonamientos para resolverlos. A favor de esto destacamos que Arise no es un juego para desafiar tu lógica, sino un paseo reflexivo por las diferentes etapas de la vida, por lo que tampoco hubiera tenido mucho sentido complicar de más o generar más frustración de lo que la trama principal del juego ya nos genera muchas veces: vivir en sí.

Aun así, y para el que quiera un aliciente extra, además de la historia que se intuye por el nombre de cada capítulo, el juego nos propone unos coleccionables que encontrar y reunir para darle más sentido a la historia de Arise. Mediante la recolección de los recuerdos del protagonista obtendremos imágenes que representan escenas significativas de su vida y que nos ayudarán a entender mejor cada momento por el que pasó.

En lo estético, Arise: A Simple Story es un claro ejemplo de todo lo que hay que hacer bien cuando se crea un videojuego. No hay color o nota musical que no esté directamente relacionada con el capítulo o momento que estemos jugando, lo cual hace la experiencia del jugador mucho más inmersiva apoyando visualmente la emoción que los creadores nos están intentando transmitir. Y obviando el sentido funcional de lo estético que, como decimos, está totalmente conseguido, Arise es que es bonito y fin. Partiendo de la base de que cada capítulo es diferente y está visualmente diseñado para que tenga relación con la historia, hay algunos en especial, como el de «romance» o el de «consuelo» (por citar algunos), donde es imposible no quedarse embobado frente a la pantalla observando cada detalle y movimiento. Las mecánicas se convierten en un baile entre las imágenes y la banda sonora, entregándote plenamente a los recuerdos de Arise como si fueran los nuestros propios. El poder jugar con el tiempo hace que los contrastes sean también visualmente muy atractivos: ver cómo todo cambia de invierno a verano, cómo paramos un rayo en su momento más álgido, la forma en la que el viento nos balancea hacia detrás y hacia delante… La guinda a todo esto se la pone una banda sonora compuesta por David García Díaz, quien ya le puso música a títulos como Hellblade o Rime. En Arise encontramos principalmente composiciones de piano con notas suaves que van variando de intensidad dependiendo de la situación: la efusividad del beso, el dolor de la pérdida, el miedo ante la soledad… Como decíamos, la combinación entre colores, mecánicas y música es una maravilla estética que nos tendrá embelesados (y emocionados) desde el primer capítulo hasta el último.

Pero, ¿de qué va Arise: A Simple Story? Comenzamos asistiendo al funeral del protagonista, donde siguiendo los rituales de la tribu a la que pertenece es incinerado en presencia de los demás miembros. Tras esta escena, apareceremos en un paraje nevado que simboliza el «más allá». Todos hemos escuchado la frase «mi vida acaba de pasar ante mis ojos», ¿verdad? Pues lo que le ocurre a nuestro simpático anciano es algo parecido: cada capítulo se corresponde con un hito vital importante en el desarrollo de una persona e iremos adentrándonos en ellos y rememorando con Arise cada momento que vivió en su camino hasta que llegamos al final, que dejamos que descubráis por vuestra cuenta cuando completéis el último capítulo correspondiente a su vida terrenal.

Según la psicología evolutiva, la vida se divide en diferentes etapas marcadas por momentos de ruptura, crisis o cambios que señalan el fin de unas y el comienzo de otras: infancia, adolescencia, independencia, formar una nueva familia (en su más amplio sentido), nido vacío, vejez y, finalmente, la muerte (por dividirlas a grandes rasgos). En estos momentos vitales se dividen los diferentes capítulos de Arise, formando una línea temporal completa del paso del protagonista por la tierra. La reflexión final de todo esto es simple en su formulación, pero compleja en cuanto a su respuesta: “¿Estoy satisfecho con lo que ha sido mi vida?” Imagino que será la pregunta que todos nos hagamos cuando, desde el último “nivel” de nuestra vida, echemos la vista atrás y hagamos balance de cada una de nuestras etapas. De esta reflexión me gustaría rescatar lo contemplativo de la visión de Arise, donde no se hace ninguna interpretación final y únicamente nos dedicamos a revivir con él cada recuerdo significativo de su pasado, compartiendo sus emociones y aceptando cada decisión tomada o circunstancia vivida. No hay arrepentimientos, no hay cambios de guión, no hay elecciones que puedan cambiar el curso de lo acontecido, solo hay rememoración de lo sucedido y una visión en retrospectiva que nos hace entender y encajar cada revés que la vida nos dio y que en su momento vivimos como insalvables o injustos.

“Esta ha sido mi vida, con lo bueno y con lo malo, con lo que he aprendido y lo que he perdido y aquí estoy, en paz, al final del camino” podría ser el punto y final con el que termina Arise.

Quería poner en relieve uno de los recursos que más me ha gustado del diseño de este juego y es la relevancia que tiene cada diseño del nivel respecto a lo que nos quiere transmitir. A pesar de compartir mecánicas, cada pantalla es diferente en cuanto a lo que esa etapa representó o repercutió en la vida del protagonista. Por poner algunos ejemplos:

La etapa del embarazo de su esposa está representada por un fruto por el que vamos trepando y que crece de la unión de ambos, siendo claro el simbolismo y significado que él entiende de todo este proceso: aquello que nace de nuestro amor y que tanto ansío conocer, por eso trepo y exploro hasta llegar al final.

En otra de las etapas, relacionada con un momento de soledad en la vida de Arise, vemos a ésta representada como versiones oscuras de sí mismo que parecen ceñirse sobre nosotros en los momentos más tenebrosos y que no dejan de ser una ejemplificación real de este sentimiento: la soledad, que muchas veces es esta visión de mí mismo con la que no quiero encontrarme a solas, me engulle en los momentos más vulnerables (que suele ser la noche).

El capítulo de “consuelo” es precioso también en lo estético y simbólico, ya que Arise va uniendo pedazos rotos y sueltos de su vida y la de su esposa en un intento por reconectar también con ella y ayudarle a que vuelva a dar sentido a los fragmentos inconexos en los que se ha convertido su vida.

Sin entrar en más detalles, porque lo bonito es que vosotros descubráis este simbolismo, quiero resaltar por encima un capítulo consumido por las llamas que representa el dolor que arrasa con todo, otro en el que el baile con el viento se convierte en la representación del proceso de enamoramiento, la vejez simbolizada como el cambio de parajes florecidos a nevados y yermos… Y un sinfín de mensajes ocultos tras el diseño de niveles que solo dejan patente la originalidad de estos creadores para hacernos llegar el mensaje principal de cada etapa vital a través de su estética y jugabilidad.

Para finalizar quería escribir acerca de lo acertado que me ha parecido la forma que la narrativa tiene de hacernos llegar el realismo de su historia. Realismo en cuanto a que ninguna vida es perfecta y todas están llenas de momentos duros o de pérdida. Arise no es un paseo de luz y color por la vida de un afable abuelito que ha tenido una vida cuqui y enternecedora, es un paseo por la vida que bien podría ser la de cualquiera de nosotros: Donde encontramos momentos felices, pero también otros tristes y que preferiríamos no haber experimentado jamás. Lo enriquecedor de ver todos estos momentos en retrospectiva es que podemos extraer una enseñanza que solo el tiempo nos ayuda a aprender: es posible seguir avanzando. Los momentos buenos pasan, terminan, pero nos queda el recuerdo para volver a ellos y que nos sirvan de motivación y refuerzo. Los momentos malos parece que no van a terminar jamás o que va a ser imposible superarlos, pero pasan también. Avanzamos y seguimos encontrando nuevas etapas que vuelven a traernos recuerdos preciosos en los que apoyarnos y a los que aferrarnos a pesar de que luego vuelvan a venir otros que quizá no lo sean tanto, pero para los cuales la vida ya nos ha dado muchas estrategias, recursos y personas que los hacen más llevaderos. Arise es un recordatorio de que con lo bueno y lo malo la vida termina y al final lo que nos llevamos con nosotros es a las personas que han hecho significativos esos momentos, el aprendizaje y los recuerdos que asociamos a cada experiencia. Que hay que cuidar a quien nos quiere y a quien queremos, disfrutar las vivencias felices cuando llegan porque terminan yéndose, buscar apoyo en las crisis porque parece que no, pero también se acaban yendo… Y volver, una vez más, a formularnos esta pregunta que algún día tendremos que responder todos:

“¿Estoy satisfecho con lo que ha sido mi vida?”

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