Retroanálisis de Dear Esther

19/04/2022 | tarahassee | No hay comentarios
Soy una fan declarada de los walking simulator porque desde que jugué a mi primer videojuego de este género (What Remains of Edith Finch, que además es de mis juegos favoritos) siempre he pensado que son como jugar un libro. Y no puede haber cosa más maravillosa en este mundo que juntar dos de mis grandes aficiones: la literatura y los videojuegos.
Hoy vengo a hablaros del padre de este género, Dear Esther, desarrollado por el estudio inglés The Chinese Room, el cual es conocido por otras obras como Everybody’s Gone to the Rapture. Este juego salió en 2012 como un mod de Half-Life 2. Para quien no esté familiarizado con el término, «mod» viene de la palabra inglesa «modification» y hace alusión a las modificaciones que (generalmente) los jugadores hacen en el software de un videojuego para alterar su contenido y ofrecer nuevas posibilidades: cambiar alguna dinámica, añadir diálogos, personajes, ubicaciones…
Se trata de un juego en primera persona en el que no sabemos nada de su protagonista: ni su rostro, ni su nombre, sólo que se trata de un hombre que ha llegado a este inhóspito y desolado destino con un propósito. En cuanto a la dinámica ésta hace honor a su género y no tenemos más que caminar por el escenario que se nos presenta, las islas Hébridas, para ir avanzando en la historia. No podemos interactuar con nada ni llevar a cabo ninguna acción salvo hacer zoom para poder fijarnos con más detalle en los objetos o el paisaje que nos rodea. Quitando eso sólo nos queda caminar, caminar… y escuchar. La narrativa se presenta de manera epistolar, es decir, el protagonista va leyendo en voz alta los párrafos de una carta que escribe a su «querida Esther».
Mientras avanzamos por la isla se van activando puntos de voz manera aleatoria (lo cual quiere decir que si volvemos a jugar el mismo párrafo de la carta quizá se active en dos ubicaciones diferentes) a través de los cuales el protagonista deja entrever cuál es su historia y la de Esther, qué es lo que ha ocurrido y por qué está aquí. También nos va relatando cosas acerca de la isla, su pasado y las personas que la habitaron.
Pero no solo escuchamos el monólogo de este hombre misterioso, en los momentos en los que su voz se apaga podemos disfrutar de uno de los atractivos de este juego: la isla.
El recorrido que hacemos se hace más real gracias a todos los efectos de sonido que nos acompañan durante el paseo: el romper de las olas de la playa, las gaviotas, el viento que se levanta de vez en cuando, el crujir de la madera… Los escasos diálogos hacen que demos más importancia a toda la atmósfera que nos envuelve, haciendo del camino una experiencia relajante, tensa y misteriosa.
La banda sonora es la tercera cosa que escucharemos en Dear Esther. En los momentos más álgidos, emotivos o en los que es necesario un acompañamiento emocional, sonarán las piezas (principalmente a piano) compuestas por Jessica Curry para ayudarnos a terminar de abrazar esta experiencia. Ya que más que un videojuego, Dear Esther es esto: un momento concreto, un acompañamiento, una breve experiencia en la vida de alguien.
El juego, de no más de dos horas de duración, está dividido en cuatro capítulos que se corresponderían con las cuatro zonas de la isla que vamos transitando: Comenzaremos en el faro, pasaremos por la costa, nos adentraremos en una cueva y terminaremos en lo alto de la montaña que domina la isla.
En cuanto a la trama no voy a hacer ningún spoiler al respecto y es complicado de esta manera hacer llegar «de qué va» Dear Esther. Creo que me aferraré a las palabras del propio estudio y diré que es una historia sobre el amor, la pérdida, la culpa y la redención. Lo que sí es cierto es que el argumento se presenta de una forma enigmática e incluso críptica en alguna ocasión. Ni siquiera al final terminan resolviendo o clarificando todos los aspectos de la trama, dejando que quien está al otro lado de la pantalla juegue con la información, la interprete y cree su propio relato.
Un relato que no sólo se formará gracias a la carta que el protagonista va leyendo. En nuestro paseo por la isla iremos descubriendo también fragmentos de la historia en forma de objetos traídos hasta la orilla de la playa, pintadas en los muros, fotografías olvidadas y hasta algún flashback esporádico que nos hará dudar de qué es real y qué no.
Si personalmente tuviera que sacarle algún aspecto negativo al juego quizá sería este exceso de enigma que, lejos de crear un aura de misterio, a veces llega a dejar completamente perdido a quien juega.
Para terminar, sólo quería resaltar la belleza de los paisajes que nos vamos encontrando en nuestro paseo por la isla. El momento del día nos acompaña también: comenzando por la mañana/tarde y terminando cubiertos por un cielo nocturno lleno de estrellas. El entorno también va cambiando: recorreremos pastos llenos de hierba alta y flores, costas rocosas que recuerdan a Escocia, una cueva luminiscente poblada de hongos y finos regueros de agua, cementerios de barcos, casas derruidas, pero que aún conservan su alma… Si simplemente queremos desconectar, dar un paseo por Dear Esther es lo más cercano que podremos estar de un viaje realista en estos tiempos de pandemia.
Dear Esther es un relato epistolar audiovisual que, pese a lo ambiguo de su historia en un principio, nos invita a seguir descubriéndolo hasta el final. Acompañando al protagonista en su camino y su mundo interno, disfrutando del paisaje que nos rodea en cada escena y dejándonos envolver por la lúgubre y melancólica burbuja que se crea entre el relato y la persona que juega. Terminando llenos de «por qués» y pasando a formar parte de la soledad de la isla.