Es tan blandito que me voy a morir

Análisis de A Tiny Sticker Tale

Análisis de A Tiny Sticker Tale

Entre tanto drama y tragedia, siempre hace particularmente feliz que aparezca un título que te deje el corazón calentito. Y de eso va A Tiny Sticker Tale, con su mundo de pegatinas y sus animalitos monos. Porque dedicar tiempo a las historias pequeñas y acogedoras siempre pone una sonrisa en los labios y una canción en el corazón.

A Tiny Sticker Tale comienza con la sencilla premisa de un burro que llega a una isla. No sabemos qué le motiva, fuera de aumentar su libro de pegatinas, pero el viaje es parte del encanto. Encuentra allí a una amiga aviar que le enseñará a dar uso a la colección de adhesivos con todo lo que va encontrando en cada pantalla. Y así, poco a poco conseguiremos avanzar en la historia. Simple, pero eficaz. Ella misma nos insta a que guardemos su pegatina en el inventario, y podremos sacarla en cualquier momento para que nos dé pistas acerca de cómo proseguir.

La mecánica no puede ser más sencilla. En cada uno de los escenarios hay varios objetos que son desplazables (son pegatinas, a fin de cuentas) a nuestro gusto. Así, no solamente podremos moverlos en la propia pantalla, sino también guardarlos en nuestro inventario para emplearlos más adelante. Cuidado, porque el espacio es muy limitado, aunque podremos aumentarlo en un momento concreto de la narración. Una vez tocamos la pegatina correspondiente, ésta se añadirá además a nuestra colección, que podremos consultar cuando deseemos. Por tanto, representan no solamente la mecánica de avance, sino que al mismo tiempo son los coleccionables del juego.

El burrito protagonista contempla una estatua en un escenario en el que también aparece una catarata

Toda la isla está dividida en estos minimapas cuadrados, entre los que podremos ir moviéndonos si tenemos un camino disponible. A veces será sencillo de ver, pero en otras ocasiones habrá que realizar una acción determinada o esperar a que avance la historia para poder acceder a determinadas zonas. Hay diversos escenarios: la montaña, el desierto y el valle. En todos ellos encontraremos personajes que nos piden ayuda. No habrá que estrujarse mucho la mente para saber qué quieren, puesto que la acción necesaria (por ejemplo, llevarles un fantasma durante un eclipse) aparece resaltada en otro color en la frase que nos dicen. En muy contadas ocasiones esta petición puede resultar un tanto críptica, y nos encontraremos dando vueltas por el mapa intentando averiguar el siguiente paso.

Aunque el desarrollo de A Tiny Sticker Tale es bastante lineal, una vez realizados los pasos principales de la historia también podemos dedicar tiempo a las misiones opcionales. Se echa de menos a veces un diario para saber qué nos queda por hacer, pero no es algo que resulte apabullante en ningún momento. Una vez hayamos avanzado lo suficiente se nos dará un mapa, que resulta de gran ayuda a la zona de desplazarnos. También en ese momento nuestro álbum nos dará una opción enormemente útil: saber en qué zona hemos dejado una pegatina concreta. Porque, como ya he mencionado, nuestra página-inventario es muy limitada y determinados objetos ocuparán tanto que nos obligarán a dejar cosas atrás. La opción que no aparece, sin embargo, es la de viaje rápido. Personalmente me parece una decisión acertada, puesto que reduciría en gran medida la duración del título y nos quitaría la sensación de disfrute del entorno. Caminar y ver a nuestros amigos es parte de la experiencia, y eliminarla en pos de la velocidad restaría enteros al juego.

El burrito mira a una rana tocar el violín, en un escenario con un ajolote, un jabalí, una ardilla y un pájaro

En cualquier momento podremos consultar nuestra colección de pegatinas, divididas por temática (la casa de la bruja, los muebles…). No aparece ninguna recompensa por conseguirlas todas, pero sí nos requerirá una considerable dosis de paciencia. Sin embargo, y a pesar de la falta de alicientes en el juego, reconforta verlas todas juntas y poder pasar las páginas mientras recordamos cada escena. Podemos completar el juego en aproximadamente unas dos horas, aunque todo dependerá del tiempo que deseemos emplear en recopilar toda la colección.

Mecánicas aparte, A Tiny Sticker Tale logra lo que otros títulos intentan, pero no terminan de conseguir: darnos la sensación de un hogar. Entre misión y misión de ayuda al prójimo, con sus consecuentes vueltas por la isla, es reconfortante ver que sus habitantes siguen en el mismo lugar, en plena dedicación a sus actividades. Hablar con cada uno a pesar de que creamos que no vamos a lograr nada nuevo. Y, finalmente, también ocurre al leer los pergaminos. Éstos nos darán acceso a una breve secuencia de vídeo en el que nos hablará de la historia del juego y por qué estamos allí. Sin explayarse en exceso, pero contándonos lo justo para que comprendamos todo y queramos avanzar con nuestro personaje.

El arte de A Tiny Sticker Tale es muy similar a Lonesome Village, el anterior juego de Ogre Pixel. Los personajes son todos simpáticos animalitos (bueno, algunos no tanto), situados en escenarios bidimensionales. La sensación que da es estar jugando en un diorama, un poco similar a lo que hace sentir Tunic, pero a menor escala. La música es relajante y tipo ambiental, sin ser particularmente destacada, pero que ayuda a hacernos sentir la paz y tranquilidad que quiere transmitirnos el título. Los textos se encuentran en castellano entre otros idiomas, con el equipo de localización acreditado pertinentemente.

La historia de amor, perseverancia y amistad que nos trae A Tiny Sticker Tale es de las que vale la pena conocer. Un título que está hecho para poder disfrutarlo sin prisa, dejándonos envolver por su ambiente acogedor. Porque al final el mensaje está bien claro: no hay mayor felicidad que la de ayudar a los demás durante nuestro camino en la vida.

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Alystrin
Alystrin @Alystrin

Cosplayer, otorrinolaringóloga, streamer y, sobre todo, mamarracha profesional. Cuqui del almendruqui que no dudaría en sacarte las muelas por tus "incorrecciones políticas"

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