Le truque de l’almendruque
Análisis de Card Shark

21/06/2022 | kelerele | No hay comentarios
La historia de la probabilidad está absolutamente ligada a hombres listos queriendo ganar a las cartas del siglo XVII en adelante. La curiosidad ante el comportamiento de dados por parte del caballero de Mére impulsa a su amigo, el matemático Blas Pascal, a cartearse con su colega Pierre Fermat y crear el punto de partida de la probabilidad; que finalmente inspirará a Huygens en 1657 a publicar ensayos sobre la probabilidad y el azar (Restrepo y González, 2003). Es una época en la que se empieza a valorar la experiencia como la base de toda la vida y existencia: lo que se tiene delante de nuestros sentidos, lo que se puede razonar y controlar; lo empírico y lo ordenable frente al azar y lo divino, externo e incontrolable. Lo que no tenían en cuenta antes del estudio de la probabilidad y el control del azar es que, uno, todas las partidas están desequilibradas desde antes de empezar. Y, dos, que, ante esta injusticia de base, la astucia y la picaresca llevaban recorrido un largo camino en esta Europa a punto de convulsionar. Esta es la historia de uno de esos múltiples tramposos en el siglo de las luces y sombras. Esto es Card Shark.
En Card Shark nos cuentan las desventuras del Comte de Saint-Germain, un falso conde, y un pobre camarero mudo del pueblo de Pau, de cómo se cruzan sus caminos y desde ahí se forja una apresurada alianza para desplumar a sus contrincantes a lo largo y ancho del territorio francés. No obstante; el objetivo económico es solo el decorado del gran desafío del Comte: investigar el complot palaciego de Las doce botellas de leche, capaz de desestabilizar la totalidad de una brillante y monárquica Francia del siglo XVIII. Esta historia de desventajas, intrigas, secretos y revoluciones se contará a través de las diferentes partidas en las que, obviamente, ganaremos de la forma más sucia y tramposa posible sin levantar sospechas.

Voy trampeando por la vida, sin pausa pero sin prisa
Es en los viajes previos a cada posada y salón en el que nuestro querido Comte y maestro nos enseñará uno o varios de los 28 amaños posibles con el que llevarnos la victoria. Se puede amañar desde prácticamente cualquier punto de la partida, normalmente póker, y nuestra prioridad será darle siempre la victoria a nuestro Comte. Esta variedad de timos se traducen en diferentes minijuegos y quick-time events precisos en los que desarrollarás códigos para comunicarte con tu compinche sobre manos ajenas, controlar la posición de las cartas de la baraja, marcar cartas o repartir de forma fraudulenta con una dificultad que asciende sin prisa pero sin pausa. Nos ofrecen todo el tiempo para aprender, practicar y tener confianza en la sucesión de movimientos necesarios para llevar nuestra hazaña a cabo, porque a la hora de la verdad será más peligroso el factor tiempo de lo que pueda parecer, ya que si tardamos mucho en ejecutar las trampas, nuestros contrincantes se podrían dar cuenta del engaño. ¿Eso implica que este juego no es apto para torpes o requiere un perfeccionismo supino? Sí, y a la vez no. Por un lado; es posible fallar una partida de cartas y y volver a la partida si tienes el dinero para apostarlo, y sobre todo, si no te pillan, ya que esto último normalmente termina en ejecución. Por otro lado, si los nervios te pueden o te atascas, bajar la dificultad implica especialmente que tus contrincantes tardarán mucho más en ver la trampa. Además, haciendo el trabajo de investigación que requiere un medio como éste, morir en este juego es hasta divertido. Un pequeño detalle que me ha molestado a la hora de jugar es que, en materia de diseño de interfaces, Card Shark se ha diseñado con los controles de Xbox en mente. Por lo que, si utilizas un mando diferente y no sabes los controles del mando de Xbox, en más de una ocasión vas a estar al descubierto.

Dame otro intento más, en el siguiente lo pillo fijo
¿Y cómo ligan esta pequeña sucesión de minijuegos y este aire de nobleza y suspicacia de la Francia del XVIII? Con absoluta perfección. Desde el primero de los cuatro actos saben ligar la tensión de las partidas con el ritmo de la historia de secretos y conspiraciones que nos quieren contar: no es lo mismo jugar en una mesa para timar a tres ricos que solo saben de privilegios, hecha para perfeccionar la técnica y llevarnos unas moneditas, que en mesas que se convierten rápidamente en interrogatorios en los que tener la mejor mano no siempre implica que los otros sean derrotados. También nos dejan muy claro rápidamente que no solo somos mudos a nivel fisiológico: nuestra voz y nuestra opinión poco importan en el momento en que se entra en la vorágine del misterio, al menos hasta que tenemos el poder de romper la baraja. De nuevo, no somos quienes se llevan el dinero de la mesa, sólo los cómplices de una constante jugada maestra superior a cualquier partida de póker. Todo esto rodeado con unos pocos personajes rápidamente perfilados pero magníficamente relacionados entre sí y que responden a los cánones que nos podríamos esperar de una buena intriga palaciega: nobles, espías, mendigos, timadores, manos derechas, manos ejecutoras, víctimas (curiosamente, casi todas mujeres) y todas ellas sin ser lo que parecen. Es decir, nos encontramos ante una historia tradicional sobre mentiras, traiciones y asuntos sin resolver, pero contado a través de un medio y método relativamente nuevos. Es cierto que, en este medio, se podría haber experimentado más con lo que se puede contar en una partida de cartas. Probablemente también sea por querer narrar la historia en un tiempo muy respetable (entre las 6 y 10 horas), probablemente por recursos o por centrarse más en contar cómo funcionan estos trucos, imitables* en la vida real, a expandir las posibilidades del medio.

Hoy, timadores por la Francia. Mañana, ¿quién sabe?
En donde no va a escapar de las miradas de nadie es en el apartado artístico, ejecutado gráficamente por Nicolai Troshinsky y musicalmente por Andrea Boccadoro (Astrologaster). En este caso, gráficamente se ha tomado un estilo más caricaturesco, muy particular, que imita la ilustración que recuerda más a la tinta que a lo digital, tanto en línea como el color. Por otro lado, he tenido la suerte de ya oír el trabajo de Boccadoro en el divertidísimo Astrologaster, sigue brillando con una orquesta a su disposición aunque no juegue tanto con el equipo coral como lo podemos escuchar en Astrologaster. Que no os lleve a error, la banda sonora es exquisita, deliciosa y cumple a la perfección el ejercicio de transportarnos a esa época y a ese ambiente. Por supuesto, como todo en este videojuego, se guarda la mano ganadora para el final, cuando la apuesta llega a su techo.
Card Shark enriquece el ya magnífico catálogo de Devolver y Nerial de forma única y arriesgada. La traducción de las tretas en los variados minijuegos se entiende rápido y nos da tiempo a perfeccionarlos, pero la tensión de los tiempos de ejecución y un ambiente en algunos casos intimidante puede tirar por la borda el ejercicio de memoria y precisión necesarios para avanzar en este contexto en el que, obviamente, el juego estaba amañado desde el principio. Ahora solo nos falta mover esa ventaja a nuestro favor, y con Card Shark es natural sacar la carta alta.
*La escritora y TodasGamers no se hacen responsables de quien imite los trucos y la cague. Todo sea por un interés puro e inocente.
Clave del juego proporcionada por Devolver Digital.
Bibliografía revisada.
Restrepo B, Luis F y González L, Julián (2003), «La Historia de la Probabilidad.» Revista Colombiana de Ciencias Pecuarias, Vol. 16, núm.1, pp.83-87 [Consultado: 19 de Junio de 2022]. ISSN: 0120-0690. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=295026121011
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