Titán, máquina, fiera, marioneta

Análisis de Steelrising

Análisis de Steelrising

Nooooon, rien de rien, nooooon, une marionnette n’est rien… París, 1789. Durante el reinado de Luis XVI, el Rey Mecánico, los autómatas toman las calles mientras María Antonieta permanece encerrada en una habitación del Château de Saint-Cloud. Esto podría parecer el inicio de una clase de historia pero, por desgracia, en la realidad que nos ha tocado vivir las marionetas más famosas son Doña Rogelia y Macario. Por el contrario, en Steelrising conoceremos a una más letal.

Aegis, nuestra protagonista (a la que podremos personalizar a nuestro gusto usando una selección de materiales y pelucones), es la guardaespaldas de la reina, quien un día nos envía a una misión. María Antonieta sospecha que la muerte de Delfín, su hijo y el que iba a ser el futuro rey de Francia, no es tal y como cree que sucedió, sino que hay cosas que le han ocultado. Y está segura de que el rey tiene algo que ver en ello. Nuestro cometido es recorrer toda la ciudad de París, zona por zona, e investigar y contactar con cada persona que pueda dirigirnos hacia una nueva pista. El problema es que la ciudad está completamente tomada por los autómatas, y eso dificultará todavía más encontrar a alguien con vida que pueda ser de utilidad en nuestra encomienda. 

Aegis luchando con abanicos

Steelrising es un juego de luces y sombras, no solo por la trama de engaños y traiciones durante el inicio de la Revolución francesa, sino también en lo que al videojuego se refiere. Si habéis visto alguno de los tráilers de presentación, probablemente os hayan impactado tanto el nivel de detalle del apartado gráfico como la acción trepidante y los combates tan espectaculares como vistosos. El problema es que no todo es tan bueno como parece. Los detalles con calidad de última generación quedan relegados a las cinemáticas, y los escenarios, a pesar de que en general se ven bonitos y son muy entendibles, ofrecen una sensación de ser un juego de hace ya algunos años. Esto, de por sí, no es malo, aunque en más de una ocasión quizá te sorprendas pensando en que con solo un poquito más podría haber sido un juego increíble.

Sin embargo, lo más importante en un soulslike, como nos ha enseñado una y otra vez From Software (y creo que ellos algo saben de eso), no es poder ver hasta las puntillas de la solapa de nuestra chaqueta, sino que el juego ofrezca un reto equilibrado. Y eso no es algo que haga mal. Por un lado tenemos los combates contra los enemigos “rasos”, con una gran variedad de tipos que, además, dependiendo de la zona tendrán otros añadidos, como daños elementales o explosiones. Estos no suelen tener demasiada complicación, pero tampoco van a dejar que acabemos con ellos como si de hormigas se tratasen, pudiendo llegar a ponernos en serios aprietos si se juntan varios al mismo tiempo. 

Aegis combatiendo con unas garras

También nos encontraremos a lo que podremos considerar mini-jefes, que de mini no tienen nada: los autómatas inestables. Nos los encontraremos por las calles, rodeados de una especie de neblina característica que nos indicará que los problemas vienen en camino. Cada tipo tiene sus ataques, que nos pueden dejar como un cromo pegado a la pared de un solo golpe, pero a base de aprendizaje y repetición conseguiremos avanzar sin problema. De hecho, es probable que los que más os cuesten sean los del inicio del juego, que os obligarán a aprender a jugar sí o sí. 

Por último, tenemos los jefes importantes, los titanes. Su nombre general ya impone bastante más, pero ver a máquinas tan elaboradas aparecer con un nombre propio y una enorme barra de vida sobre ellos asusta más que cualquier otro enemigo que os podáis haber encontrado antes. Éstos, como suele ser lo común, cuentan con distintas fases y son obligatorios para avanzar en la trama. Cada cual es muy diferente del anterior, por lo que tendremos que ir variando y probando estrategias para poder acabar con ellos. Porque lo de aporrear botones a ver qué pasa no es algo que vaya a funcionar. Nos obligarán a saber qué arma utilizar en cada momento, qué armadura (o más bien traje) será necesaria teniendo en cuenta su daño elemental, e incluso qué viales o granadas deberíamos estar utilizando. Sin ser extremadamente complicado, pero tampoco dejándonos el combate en bandeja, que aquí hemos venido a sufrir. 

Aegis caminando hacia un edificio

Aunque… ¿y si no hemos venido a sufrir? ¿Qué pasa con la dificultad? Olvidémonos ya del dichoso debate de marras, porque aparte de que ya es agua pasada, en el caso de Steelrising no existe. En este juego no podremos seleccionar niveles de dificultad, pero sí tendremos un modo de asistencia que hará algunas cosas más sencillas, sacrificando únicamente la posibilidad de sacar algunos logros del juego en esa partida. Podremos reducir el porcentaje de daño recibido, escogiendo la cantidad deseada en un slider por si no queremos que sea excesivamente fácil. También tendremos la posibilidad de impedir la pérdida de las ánimas al morir, que son utilizadas tanto para subir de nivel como para ir mejorando nuestro equipo o comprando objetos. Otro slider nos permitirá elegir la velocidad de regeneración de resistencia (que ya os digo yo que siempre va a parecer demasiado lenta), además de la refrigeración fácil, que afecta a lo mismo. Solo con esas cuatro opciones y la existencia de una pantalla de pausa el juego se hace un poco más amigable para quienes quieran empezar a asomar la patita a los soulslikes. Que, en el fondo, todo el mundo quiere que su juego llegue a la mayor gente posible.

No diría que Steelrising sea el mejor soulslike para comenzar tus andaduras, aunque sí que es un juego que, a pesar de sus fallos, cumple con las expectativas de su género. Al fin y al cabo, es el primero de éstos que desarrolla la gente de Spiders, y creo que con un par de empujoncitos en la dirección correcta podrán conseguir que se les tenga en cuenta. Y, mientras tanto, nos quedamos aquí limpiando París de autómatas a golpe de abanico con nuestra muñeca letal. 

 

Copia de prensa proporcionada por Nacon.

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Nix

I run on coffee, sarcasm and lipstick. Hace años le vendí mi alma a Bioware y me convirtieron en la Shadow Broker. Tengo un papelito que dice que soy N7, pero no quieren darme mi propia nave. Me gusta llevarle la contraria a la gente y por eso soy una Inquisidora enana y pelirroja.

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