Los casos son como las copas, uno más y a casa

Análisis de The Last Case of Benedict Fox

Análisis de The Last Case of Benedict Fox

Algo que parece ir de la mano con narrativa lovecraftiana es la investigación. El tropo del detective solitario, que ya está curado de espantos y tiene cierto vínculo sobrenatural, es algo que se repite una y otra vez. The Last Case of Benedict Fox es otra muestra más de este recurso narrativo, con sus monstruos tentaculares y su paleta de colores llena de morado. Parece que no innova, pero la realidad es que a los fans es lo primero que nos atrae y nos llama la atención.

Como su propio título indica, el protagonista de este juego es el detective de lo oculto Benedict Fox. No es un investigador cualquiera: está unido a un ente demoníaco que le asiste y ayuda. Esta particular simbiosis otorga a Benedict importantes ventajas, pero la más destacada es poder explorar los recuerdos de quienes han fallecido recientemente. El Compañero, como él lo llama, no es meramente una herramienta, sino que le ayuda a percibir las intenciones de quienes le rodean. Mantendrá muchas conversaciones con él a lo largo de toda la historia puesto que piensa por sí mismo, aunque quien controla el cuerpo en el que habitan sea el detective.

En The Last Case of Benedict Fox la extraña pareja investigará un asesinato en una mansión. No es una muerte cualquiera, sino la del padre de Benedict, a quien apenas conoció, y su segunda esposa. Benedict acude allí no solamente en busca de la solución al misterio, sino por un motivo más personal: romper el vínculo que le une al Compañero. Detrás de estas muertes hay todo un entramado de conspiraciones e intrigas, puesto que James se encontraba muy vinculado al ocultismo.

Benedict Fox avanza hacia la cámara mientras el Compañero a sus espaldas le envuelve con los tentáculos y le dice "Estas cuatro paredes rezuman angustia"

El planteamiento del juego es tipo metroidvania, con el clásico desplazamiento bidimensional y el mapa que iremos desvelando conforme avancemos en nuestra exploración. Durante la misma obtendremos objetos relacionados con la trama, que nos darán una moneda denominada “retazos”, y cuyo porcentaje de obtención podremos conocer en todo momento si consultamos la pantalla del mapa. Al derrotar a los múltiples demonios a los que haremos frente conseguiremos tinta, pero solamente nos la darán la primera vez que lo hagamos. En nuestras siguientes peleas contra ellos, a cambio, serán considerablemente más fáciles de derrotar.

Como corresponde, no contaremos con todos los talentos y habilidades desde el primer momento. Una de nuestras primeras misiones será liberar a la Tatuadora, un personaje más que enigmático. Utilizará la tinta que hayamos obtenido para fortalecernos de diversas formas, decorando los antebrazos de Benedict con múltiples tatuajes. Algunos de ellos son obligatorios, tales como el doble salto, pero la mayor parte son opcionales. Asimismo, el comerciante de retazos no es otro que el célebre mago Harry Houdini, aficionado a las ciencias ocultas y las sociedades secretas. Será el responsable de mejorar algunos objetos, como los frascos de curación o las bombas de humo. Las armas son dos, un cuchillo y una pistola, y sí contaremos con ellas desde el principio. Pasado cierto momento de la historia podremos mejorarlas en la zona del laboratorio, donde se ubica el Herrero. Este personaje no solamente nos pedirá retazos, sino también objetos de la trama, como la camisa de fuerza de cuatro brazos.

El combate es fluido y no se percibe un exceso de dificultad. Podremos invocar al Compañero en un momento concreto del ataque para poder hacer un parry que debilite al enemigo de forma extra, pero si nos adelantamos actúa como escudo, protegiéndonos del daño. Nuestra barra de vida consiste en cuatro puntos inicialmente, aunque podremos desbloquear dos más si hallamos unos objetos determinados. Algunos tatuajes son ofensivos, como el que hace que el Compañero agarre a los enemigos y los lance al suelo, y otros (los menos) defensivos, creando escudos extra. Aparecen varios enemigos pequeños, pero también combates contra jefes. Hay que destacar que contra estos antagonistas principales no siempre tendremos que recurrir a la violencia, y parte de estos enfrentamientos se basarán en esquivar en el momento adecuado o saber dónde escondernos.

Benedict avanza sobre un escenario, mientras al fondo está un recuerdo de su padre inclinado sobre un gólem

El punto fuerte del título es, sin duda, la exploración. El mapa es inmenso, consistiendo en el limbo de James, el de Marie (su esposa) y la mansión, que es el punto seguro y la zona de mejoras. Hay multitud de zonas a las que poder acceder, pero muchas de ellas se irán desbloqueando con nuestro avance en la historia principal. Nuevamente, algunas son indispensables y tendremos que llegar a ellas si queremos llegar al término de nuestra aventura, pero muchas son opcionales. Estas últimas nos aportarán sobre todo recuerdos y documentos para enriquecer nuestra comprensión de la trama, pero también valiosa tinta y retazos extra.

Los puzles de The Last Case of Benedict Fox son múltiples y variados. Muchos de ellos se basan en el empleo del Transcriptor Arcano, empleado para codificar cifras, y nuestra misión será averiguar el número que corresponde introducir en el mismo. Una página en el diario de nuestro padre nos ayuda a traducirlos, y en no pocas ocasiones me vi con la necesidad de utilizar lápiz y papel para poder avanzar. También están las puertas kogai, guardadas por demonios que derrotaremos pulsando una combinación de teclas o partidas de ajedrez, aunque hay bastantes más. El más difícil, a mi parecer, fue el relacionado con un piano, pero no tanto por lo que debe hacerse (pulsar unas teclas en una secuencia temporal) como por lo aparatoso de los controles durante el mismo, no importa si utilizamos mando o el teclado.

El estilo artístico del juego está directamente inspirado en el universo de Tim Burton. Es colorido, pero a la vez se percibe la languidez de los personajes y cierta aura de tristeza. El diseño de escenarios es bonito y cuidado, y se nota mucho la diferencia entre el limbo de Marie y el de James, marcando así sus diferencias personales. La banda sonora está compuesta por temas de jazz, con canciones similares a las de principios del siglo XX. Podemos adquirir tanto el libro de arte como la banda sonora de forma independiente en su página de Steam. El título se encuentra traducido completamente al castellano, aunque las voces están en inglés. La localización es correcta y acertada, aunque no se encuentra acreditada como corresponde en la secuencia final.

En un escenario en blanco y negro, Benedict apunta al fondo con una linterna

Si tengo que verle un punto que algunas personas pueden considerar como negativo es la sensación de estar perdida durante la primera parte de mi partida. Cuesta un poco hacerse a la mecánica de exploración y conocer bien el mapa, y más de una vez me encontré mirando una puerta durante un buen rato sin saber qué acertijo debía resolver en esa ocasión. Una vez pasadas unas cuantas horas dando vueltas (y consultando alguna que otra guía), es mucho más fácil saber qué quiere el juego de nosotras y el avance resulta mucho más gratificante. En un par de ocasiones me encontré con bugs que me hicieron volver a cargar la partida, pero en ningún caso se borró el avance o hicieron imposible que continuase la aventura. La historia es muy interesante e hizo que quisiera saber más, aunque llegando al desenlace debo decir que eché de menos más trasfondo o al menos un final menos abrupto.

The Last Case of Benedict Fox es un metroidvania adictivo. Aunque descubrir el mapa pueda resultar un tanto frustrante al principio, la facilidad de hacernos a sus mecánicas hace que la sensación se diluya con rapidez. El diseño de personajes cuidado y atractivo, las intrigas de la trama y el acertado equilibrio entre combate y exploración hacen de él un título completo con el que las horas vuelan mientras desentrañamos este misterio tentacular.

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Alystrin
Alystrin @Alystrin

Cosplayer, otorrinolaringóloga, streamer y, sobre todo, mamarracha profesional. Cuqui del almendruqui que no dudaría en sacarte las muelas por tus "incorrecciones políticas"

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