A las chicas de verdad les gusta el pollo frito

Análisis de Chicken Journey

Análisis de Chicken Journey

De vez en cuando me gustan los juegos relajantes. No todo puede ser combates en mundos de espada y hechicería o metroidvanias imposibles. Y, de entre todos los juegos cozy que voy descubriendo, me llamó particularmente la atención Chicken Journey, con su pixel art, sus animalitos con mochila y sus pollos que, a fin de cuentas, me recordaban a los que crío en Stardew Valley. Después de todo, es muy difícil pasar por alto una simpática avecilla vestida con un gorrito y una bufanda de punto.

¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Este dilema filosófico no solamente ha traído en vilo al ser humano durante siglos, sino que (aparentemente) también a toda la especie aviar. Es la motivación que lleva a la protagonista de Chicken Journey a emprender su viaje, ya que en su modesto pueblo nadie puede darle la solución al enigma. Nuestro objetivo principal será conseguir tres pergaminos de sabiduría, ocultos en sus respectivas zonas principales. Cada una está muy bien definida, tanto por pobladores y música como por sus propias mecánicas. El juego no cae en la repetición, sino que en cada área se nos presentarán nuevas habilidades que deberemos dominar si queremos avanzar con éxito en nuestra aventura.

La gallina de Chicken Journey sube por una escalera en una zona de ruedas dentadas

Chicken Journey es un juego de plataformas en dos dimensiones, al menos en su mayor parte. Digo esto por la variedad de sus mecánicas. En primer lugar y de forma destacada, se encuentra este desplazamiento lateral por el escenario. Algo que puede ser tan simple como ir del punto A al punto B puede no ser precisamente sencillo, y nos encontraremos con saltos medidos al píxel en más de una ocasión, así como con caminos ocultos a simple vista. Afortunadamente, el juego presenta una ingente cantidad de puntos de guardado automático, con lo que no tendremos que repetir las zonas desde el principio. Otro aspecto que tendrá de las plumas a nuestra aguerrida protagonista son los puzles. En todas las zonas hay gran cantidad de ellos, y serán la clave para poder llegar al área siguiente. No son precisamente fáciles y, personalmente, tuve que consultar una guía para poder solucionar algunos.

Los objetivos a completar se nos irán planteando mediante misiones. Podemos consultar tanto las pendientes como las ya completadas en el menú del juego, con una interfaz muy sencilla pero efectiva. Hay tareas de socorro y de recolección, e incluso una resolución de conflictos entre dos especies enfrentadas por el ruido. En este mismo menú también inspeccionaremos nuestra mochila, con todos los objetos que hayamos ido encontrando, así como los coleccionables. Éstos son veinticuatro pergaminos, dispersos a lo largo del escenario (salas ocultas incluidas), que podremos buscar en todo momento, incluyendo el postgame. Contienen datos sobre la fauna de la zona en la que nos encontremos, y aprenderemos acerca de búhos, ardillas, pollos y ranas. No obtendremos más recompensa que la del saber, y no resulta muy motivador a la hora de escudriñar el escenario buscando los que nos faltan.

Una rana es DJ mientras la gallina le observa

Como ya he mencionado, el diseño artístico del juego está en pixel art. Se nota mucho el cariño puesto en el diseño de escenarios, contando con infinidad de pequeños detalles que hacen que la exploración sea muy agradable. Hay multitud de personajes con los que podremos hablar y nos prestarán su ayuda durante el camino, contando todos ellos con una personalidad y características bien definidas. Sin ser su aspecto más destacado, el humor está presente durante toda nuestra partida. Es muy ligero y para todos los públicos, y arranca sonrisas en más de una ocasión. La banda sonora es ambiental y hace que, a pesar de nuestra desesperación al resolver puzles, sintamos relajación y tranquilidad en la medida de lo posible.

Chicken Journey se encuentra disponible en varios idiomas, entre ellos el castellano. La localización es un aspecto muy cuidado, y este trabajo se encuentra reconocido en los créditos finales. La duración es más bien breve, de unas 4-5 horas aproximadamente, lo cual invita a tomarse todo con mucha calma y explorar los escenarios a fondo. La accesibilidad se ha tenido también en cuenta, destacando sobre todo en los puzles de colores, en los que podremos optar por la configuración para daltónicos si así lo precisamos.

En un tiempo en el que los videojuegos tienden al frenetismo y la saturación sensorial, se agradecen pequeños títulos independientes como este. El mundo de Chicken Journey es uno tranquilo y amable, que nos permite explorarlo a placer sin necesidad de combatir en ningún momento. Un juego en el que simplemente tenemos que ser una gallina con ansias de conocimiento, que picotea para resolver enigmas.

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Alystrin
Alystrin @Alystrin

Cosplayer, otorrinolaringóloga, streamer y, sobre todo, mamarracha profesional. Cuqui del almendruqui que no dudaría en sacarte las muelas por tus "incorrecciones políticas"

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