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Fire Emblem Warriors: Three Hopes. El píxel hace el cariño

Fire Emblem Warriors: Three Hopes. El píxel hace el cariño

El presente texto tiene spoilers de la trama de Fire Emblem Three Houses, Fire Emblem: Three Hopes – Brillo Azur, Secret of Mana y Dragon Age.

Una cosa especial que tienen los videojuegos respecto de otros contenidos es que nos hacen partícipes de la historia. Da igual si somos protagonistas, como ocurre en los títulos narrativos, o si simplemente estamos ahí, como en los simuladores. Nuestras decisiones, nuestros actos, marcan una diferencia. En algunos juegos seremos nuestra única compañía. Sin embargo, hay muchos otros en los que conoceremos a personajes diversos a lo largo de nuestra aventura. Bien sean compañía, opción romántica o recurso argumental sin más, no es raro que, transcurridas ciertas horas, sienta una especial conexión a nivel emocional con varios de ellos.

Cuando comencé Fire Emblem Warriors: Three Hopes, no tenía demasiado claro a qué me enfrentaba. El género musou era un completo desconocido para mí que, aunque soy muy aficionada a los hack and slash no conocía esta suerte de versión asiática. Para entendernos, se trata de un tipo de juego en el que encarnamos a un héroe (o heroína) con poderes fuera de lo común que se enfrenta a hordas de enemigos a los que hay que apalizar. Todo con un toque importante de surrealismo o fantasía, como muchas películas de acción importadas de Oriente. No es el primer título de la saga de este tipo, puesto que ya en 2017 se lanzó Fire Emblem Warriors. Lo poco que sabía de Three Hopes era que aparecían los personajes de Three Houses y había tortas como panes, sin sistema por turnos. Y ya estaba.

Fire Emblem: Three Hopes nos trae la historia de Shez, quien vende su espada al mejor postor, pero se topa de bruces con la compañía de mercenarios de Jeralt, a quien conocemos de Three Houses. Nuevamente podemos personalizar no solo su nombre sino también su género, así como los de Byleth. Elegí para ambas apariencia femenina, y por este motivo en este artículo me referiré a ellas como mujeres. Three Hopes nos trae una historia alternativa a su predecesor: en esta ocasión no tendremos la oportunidad de entrenar en la Academia de Oficiales de Garreg Mach más que durante unos pocos capítulos. La guerra se desencadena más pronto que tarde, y nos iremos al territorio de la casa que hayamos elegido.

Edelgard habla amigablemente con Shez al principio de Fire Emblem Three Hopes

La calma que precede a la tempestad

Al igual que hice en Fire Emblem: Three Houses, los Leones Azules contaron con mi lealtad desde un principio. Pero, como ya he dicho, lejos de ser el Dimitri acosado por la culpa y la venganza que encuentra Byleth tras su regreso, en Three Hopes mantiene mucho más la serenidad. Afronta el conflicto con responsabilidad y pena, pero sin por ello mostrar compasión ni rehuir sus deberes como monarca de Fódlan. Esto le lleva no solo a buscar a los responsables del asesinato de su padre, sino también a entrar en guerra directa con Edelgard y el Imperio de Adrestia.

Como buen musou, lo importante de cada capítulo son las batallas. Pero tampoco pierde la esencia de Fire Emblem, y entre medias dispondremos de campamentos donde hacer vida en común. Vuelven los medidores de afinidad entre los diversos personajes, que reforzaremos compartiendo comida, tareas, expediciones o entrenando. Una diferencia importante respecto de Three Houses es la ausencia de romance, llegando únicamente a una amistad profunda si elegimos dar el silbato de mercenario (nuestro ítem especial) a uno de ellos. Resulta curioso, ya que hay situaciones en las que puede percibirse cierto coqueteo, como las expediciones.

Si nos tomamos nuestro tiempo y hacemos las peleas opcionales, conseguiremos puntos tácticos. Esto sirve a la hora de acometer el enfrentamiento principal del capítulo, puesto que aparecen ciertas estrategias opcionales que nos facilitarán la vida a la hora de completarlo. Por ejemplo, si parte del combate consiste en defender una zona, el juego puede ofrecernos arqueros para que ataquen a los enemigos. Es durante estas misiones de historia principal donde hacen su entrada el resto de personajes de las restantes casas. Normalmente lo hacen como antagonistas: a fin de cuentas, son parte del ejército contrario y comandan sus fuerzas.

Félix dedica un discurso hiriente a Dimitri delante de todos sus camaradas durante la campaña de Fire Emblem Three Hopes

El roce hace el cariño. O no

En mi caso, la primera lucha fue contra Dorothea y Hapi. Reconozco que se me paró el corazón. Fire Emblem: Three Houses fue un juego al que dediqué muchísimas horas, haciendo todas las rutas y por tanto compartiendo tiempo y experiencias con los distintos personajes que integran las casas de la Academia. Y mentiría si dijese que no les tomé cariño en mayor o menor medida. Esto se extiende también al profesorado, como es lógico porque, aunque Hanemann sea un poco soso, a Manuela es imposible no quererla. Por eso el hecho de tener que enfrentarme paulatinamente a mis antiguos compañeros, aunque no lo fuésemos en Fire Emblem: Three Hopes, era algo que no quería vivir.

Pero esto es algo que el juego prevé. Nos da la opción de que, a cambio de unos puntos tácticos, convenzamos al personaje pertinente para que al derrotarle se una a nuestra facción. Con sus excepciones, por supuesto: nadie se lo pediría a Dedue, Hubert o Hilda. Fue precisamente lo que hice. Porque, aunque ganase nuevos generales para mi ejército con los que pudiese combatir (muchas veces con un nivel no desdeñable), no era éste el motivo para reclutarles, sino porque les tengo cariño. Aunque sean un conglomerado de píxeles, me niego terminantemente a que les pase nada si puedo evitarlo. ¿Perdí ventajas tácticas a porrillo por protegerles? Sin duda. Y volvería a hacerlo.

De mi torpeza al no reclutar a Byleth (requiere muchos más pasos de los habituales) se derivó la muerte de uno de los personajes que, si bien no es principal ni lo era en Three Houses, al conocerle más en Three Hope le tomé más aprecio. Y no solamente quien me rodeaba me oyó murmurar “no, no, no, no” sino que, al comprobar que efectivamente habían asesinado al general en cuestión, apagué la consola. No retomé el juego en más de una semana, porque me dolía. Sobre todo, estaba enfadada conmigo misma al no haber sabido adelantarme a los acontecimientos, y me sentía culpable de una pérdida completamente ficticia. Porque si quiero recuperarle, no tengo más que reiniciar partida. Y además tengo moderadamente claro que si inicio ruta en otra de las casas posiblemente le tenga que matar yo misma (como ocurrió en Three Houses). Un tsunami emocional.

Sam toca la cápsula de BB en Death Stranding

Por BB me enfrentaría a todos los entes varados que hiciesen falta

Resulta increíble cómo una buena construcción de personaje te lleva a empatizar e incluso a querer (u odiar) a muchos de ellos. Las sensaciones que tengo con mis camaradas de batalla de Fire Emblem no son muy distintas a las que me produce la cuadrilla de los distintos Dragon Age, sin ir más lejos. Me cuesta pensar que haya alguien que no adore a Varric con toda su alma. Y la primera vez que experimenté en mis carnes la traición de Anders, noté la puñalada hasta la tráquea. Es más, al jugar primero Dragon Age II que Dragon Age Awakening, no podía mirarle igual, ni tampoco en mis múltiples retornos a Kirkwall.

Es muy difícil no encontrar un personaje con el que nos encariñemos a muerte en la mayor parte de los videojuegos. No hablo solamente de aquellos expresamente diseñados para desencadenarnos una respuesta emocional, como BB en Death Stranding. Me sentí culpable durante toda mi infancia de no haber podido salvar a Popoi en Secret of Mana, de cada nivel de Super Mario World en el que debías dejar que Yoshi cayese a un precipicio para poder avanzar. Quiero abrazar fortísimo a Boris, de Bendy and The Ink Machine y darle un chocolate calentito. Hasta From Software tiene cierta habilidad con ello: protegería a Alexander, guerrero tarro, con mi vida.

Fire Emblem Warriors: Three Hopes nos permite descubrir la camaradería en tiempos de tormenta. Las relaciones se vuelven más intensas, más emotivas, porque cada día puede ser el último. Los reencuentros entre personajes que, a pesar de estar en bandos opuestos, no se desean mal alguno, como ocurre con Mercedes y Constance. El cariño camuflado de desdén, como siente Félix hacia Dimitri. La amistad más pura llegando al sacrificio de los deseos personales para que otra persona que apreciamos sea feliz. Y, sobre todo que, aunque no sea nuestra intención inicial como mercenarias que somos, haríamos cuanto sea necesario por proteger a nuestros amigos. La lección principal con la que me quedo de Fire Emblem Warriors: Three Hopes es que nos recuerda que no hace falta romance alguno para que quieras a un personaje con todo tu corazón. Porque, por suerte, el amor tiene muchas formas.

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Alystrin
Alystrin @Alystrin

Cosplayer, otorrinolaringóloga, streamer y, sobre todo, mamarracha profesional. Cuqui del almendruqui que no dudaría en sacarte las muelas por tus "incorrecciones políticas"

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