Croc: The Legend of the Gobbos

24/08/2018 | LadyMay | No hay comentarios
A estas alturas no son pocos los videojuegos de plataformas que han llenado nuestras horas de entretenimiento, ¿verdad? Si los más veteranos echamos la vista atrás, las diversas consolas que entraron a formar parte de la familia nos trajeron joyas como Spyro, Donkey Kong, Sonic, Rayman, Crash Bandicoot, o el propio Super Mario de Nintendo, acompañándonos a lo largo de nuestra niñez, adolescencia y maduración para darnos a conocer los fragmentos de una industria que, incluso años más tarde seguimos disfrutando con conocimiento de causa.
Todos estos personajes —protagonistas de sus propias y exitosas series— tienen en común haber sido o ser actualmente las mascotas publicitarias, bien para las diferentes consolas con las que se estrenaron o de las desarrolladoras que los llevaron a cabo. A partir de los 80 y 90 cada una tenía la suya lista y preparada para salir al mercado y posicionarse entre los fans en clara señal de marca comercial: Namco se presentaba con Pacman, personaje que el encantador Klonoa llevaba en forma de pin en su gorra, a modo de guiño; Sega tenía a Sonic y, previamente, a Alex Kidd como principales competidores de Mario, mascota ineludible de Nintendo junto con Link o Samus Aran. Pero, ¿y Sony? Algunos coincidiréis que Spyro podría entrar en dicha categoría dada la cálida acogida que tuvieron sus títulos, otros diréis que el propio Crash Bandicoot o incluso el desenfadado Medievil. No obstante, ninguno de ellos fue creado adrede para ocupar el puesto de mascota oficial de Sony Interactive Entertainment.

Portada europea
Originariamente, Croc: Legend of the Gobbos comenzó como un proyecto conjunto entre Nintendo y la ya liquidada Argonaut Games, de cuya colaboración nació mismamente Star Fox (1993) para la SNES tres años antes. Motivados por las buenas relaciones entre ambas desarrolladoras decidieron realizar un videojuego 3D para la Nintendo 64 y cuyo personaje principal fuera Yoshi, el simpático dinosaurio compañero de las aventuras del bigotudo más conocido de la industria. Sin embargo, y pese a que la idea entusiasmó a Shigeru Miyamoto, Nintendo la rechazó y fruto de ello se dio el fin de las relaciones entre ambos estudios y el nacimiento del personaje que da título al juego que hoy recordamos aquí. Estrenado en 1997 para PlayStation, Sega Saturn y Windows, servidora lo recibió junto con Spyro: The Dragon y Final Fantasy VII, formando parte de los tres primeros videojuegos de la consola de PlayStation que entraron en casa. Un pequeño cocodrilo y una bolita de pelo con unos enormes ojos presentaban el título en una desenfadada portada a rebosar de cuquicidad y que invitaba a adentrarnos en el mundo de Croc para conocer su historia.

¡Llegó la cigüeña, chicos!
Siendo adoptado por el rey de los gobbos, un pueblo pacífico y compuesto por unas criaturitas mágicas, peludas y muy curiosas, Croc crece en armonía aprendiendo entre ellos hasta que aparece el Barón Dante —una especie de iguana gigante— y sus esbirros, los dantinis, capturan a los gobbos. En última instancia, el rey convoca a un pájaro capaz de transportar a Croc para evitar que caiga en manos del terrible Barón y de ese modo, resultando capturado el monarca a cambio, la esperanza de los gobbos y su gobernante radica en nuestro protagonista, que debe rescatarlos y derrotar al Barón Dante.
Con un argumento simple, y de carácter desenfadado y familiar, la premisa de rescatar a los gobbos nos marca el camino de baldosas amarillas a través de cuatro islas, con diez niveles cada una y una quinta desbloqueable si, además, reunimos las ocho piezas dispersas de un puzle en dos de dichos niveles por isla.
Al igual que otros de su misma generación, al encender la consola y tras pasar los créditos iniciales se despliega ante nosotros un escenario tras otro a rebosar de vivos colores y un diseño de personajes caricaturescos que no solo atañe a nuestro protagonista, sino que también afecta a los enemigos recurrentes de la aventura y a los propios bosses. Estos, lejos de querer inspirar miedo —como pudiera pasar con Ghadius, de Klonoa: Door to Phantomile— están diseñados para divertir y presentar los enfrentamientos y desafíos para superar con humor y aire desenfadado: ideal para atraer a los más pequeños. Además, quienes tuvieron el juego por aquel entonces también recordarán que la comicidad no solo radicaba en el propio juego sino también en las instrucciones —esos gruesos libretones que ya no suelen hacerse—, y en los títulos de algunos de sus niveles, como pueden ser «Licencia para tiritar».
Respecto a las mecánicas, estas son muy similares a las empleadas por Mario 64, Spyro o incluso Crash Bandicoot. Si bien es cierto que la cámara es un buen punto negativo a tener en cuenta —al quedar fija con opción a una ligera variación de ángulo superior e inferior— al rejugarlo me di cuenta de la versatilidad de la cruceta frente a la del joystick analógico, resultando un poco más preciso mover a Croc con los controles de dirección de la misma al quedar deshabilitada la libertad de la cámara tal y como la conocemos hoy en día. Y pese a ello, a la hora de controlar a Croc, el personaje se siente pesado y torpe teniendo en consecuencia una movilidad nada fluida que, en manos de un novato o mente adaptada a las nuevas generaciones de videojuegos, podría resultar una verdadera odisea.
A lo largo de la aventura, avanzaremos interactuando con todo cuanto haya a nuestro alrededor para completar cada fase: barras de mono de las que colgarse, plataformas móviles que uno mismo puede controlar, otras plataformas que al cabo de unos segundos caen al vacío o se rompen, áreas poco iluminadas… Pero el diseño de niveles no supuso una gran novedad pues esos aspectos fueron emulados y desarrollados por títulos posteriores. Frente a Mario, Spyro o Bandicoot, y aun con todo lo señalado, Croc es igualmente capaz de correr, saltar, trepar, nadar, aplastar a los dantinis con un buen pisotón (similar al ataque de Yoshi) e incluso derrotarlos con un coletazo. De hecho, no solo tendremos que aplastar a nuestros enemigos —que respawnean al cabo de unos segundos—, sino que también la acción de coger impulso en un salto para aplastar nos servirá para abrir cajas. ¿Con qué objetivo?
Rescatar a los gobbos que puedan estar dentro, conseguir llaves para abrir celdas o interruptores y lo más esencial de todo: recoger una serie de cristales para rellenar nuestro contador que, tras alcanzar los 100, nos hará conseguir una vida extra al acabar el nivel una vez golpeemos el gong para ser llevados al siguiente.
Teniendo esto presente, Croc no presenta mayor complejidad, ¿verdad? Gobbos, cristales y gong. Algo fácil. Sin embargo, por cada fase hay un total de seis gobbos y el último de ellos siempre se esconde tras la Puerta Arcoíris, una puerta con cinco cristales de colores que deberemos recoger para abrirla y llegar hasta la parte final del nivel. Más allá de un desafío, en esta última se nos planteará un minijuego que irá aumentando de dificultad a medida que avancemos por las islas. Pero, ¿acaso los cristales solo sirven para obtener vida tras vida? ¡Ay, amigos! No solo os granjearéis una vida extra, sino que tendréis un buen seguro anti-golpes con ellos. Si sufrimos algún daño, los cristales —unos diez, más o menos, independientemente de los que llevemos encima— se esparcirán a nuestro alrededor y desaparecerán al cabo de unos segundos si no nos apresuramos a recuperarlos. Y esto se aplica también a las caídas dentro de pozos de agua helada, barro o lava al errar un salto o resbalarnos, quitando así parte de la diversión de este plataformas. ¿Y qué ocurre si recibimos otro golpe y no tenemos ningún cristal? Que básicamente perdemos una vida, así de simples —frustrantes e injustas— son las cosas.

¡Pavo, te reventaré por esto!
Cabe señalar que la pegadiza banda sonora —compuesta por Justin Scharvona, Karin Griffin y Martin Gwynn Jones—, compensa en gran medida la irritabilidad que nacía como resultado de las situaciones ya descritas. Aunque los temas llegan a ser variaciones de los ya escuchados en niveles anteriores, la composición va desde melodías tranquilas pasando por otras más divertidas o intrigantes que se acompasaban, incluso, con chasquidos de dedos y otros efectos de sonido. Y para finalizar, no puedo cerrar este artículo sin mencionar la adorable voz de Croc, a quien dio vida —junto al resto de personajes— el actor británico Jonathan Aris, siendo, a modo de anécdota, la única experiencia de actor de voz en videojuegos que ha tenido hasta la fecha.
En resumidas cuentas, los puntos negativos que hemos señalado no hacen de este un mal juego. Incluso si solo estuvo enfocado para llamar la atención de los más pequeños de la casa, lejos de resultar esto un hándicap en sí mismo, terminó convirtiéndose en todo lo contrario al evidenciar el resultado obtenido pues, ¿acaso no fuimos nosotros esos niños alguna vez? Croc: The Legend of the Gobbos se presentó hace más de veinte años, arrastrando la idea de un proyecto conjunto con Nintendo que tuvo que ser modificado y estrenado un año después de lo previsto, y con unos resultados francamente buenos dentro de lo que cabía esperarse tras el plantón de la compañía nipona para, pasadas dos décadas, convertirse en uno de los títulos más olvidados e infravalorados de la primera PlayStation. ¡Pero en Todas Gamers ya sabéis lo mucho que nos gustan estas viejas glorias!
A estas alturas, incluso tras rejugarlo, mentiría si no dijera que los defectos señalados no me han llevado por el camino de la amargura en según qué niveles; sin embargo, tampoco podría mentiros respecto a lo que me divertí en muchos otros… Por lo que, tanto si os consideráis amantes de los clásicos de plataformas en 3D de los años 90 como si solo os gusta el género a grandes rasgos, os invito a darle una oportunidad, pues nunca está de más saber la influencia que tuvo en su día o que, incluso, podrían llegar a tener esta clase de videojuegos de cara al futuro.
Yordle híbrida de ewok y moguri. Lv. 27 con Triple-T a la espalda: Timidilla, Torpe y con Tirabuzones. Youtuber novata desde Jul-2016 y apasionada de las aventuras gráficas, los clásicos de la psx y el «payum-payum» de un francotirador. Vakarian's Lover.
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