FAR: Lone Sails, el barquito que no podía navegar

03/09/2019 | Nix | No hay comentarios
Un día todo era gris. El cielo, la hierba, la casita del árbol que estaba a punto de caerse y el propio árbol. La fotografía era gris. Mi vida era gris. Ya no tenía sentido continuar donde había estado hasta ese momento, así que cogí mi abrigo rojo y avancé, siempre hacia adelante, sin intentar volver atrás.
FAR: Lone Sails, de Okmotive, no es solo un juego más que nos podemos encontrar en Switch, PS4, Xbox One, Steam, Humble Bundle o GOG. Es un juego que, sin decir una sola palabra, te embarca en un viaje introspectivo a través de un cuadro en tonos grises que de vez en cuando se ilumina y colorea a nuestro paso, dándonos esperanza y ganas de seguir avanzando.
Su historia es sencilla, eres un pequeño personajillo vestido de rojo, solo en mitad de un yermo que perfectamente podría ser post-apocalíptico. En el fondo sólo se vislumbran hierbas, pequeños charcos, cabañas a medio derruir, barcos de 20 metros de altura encallados en la tierra y… espera, ¿barcos? Pues sí, y es que resulta que ese yermo en algún momento de su historia (tal vez hace poco tiempo) era un océano que ahora está casi seco de principio a fin. Sólo quedan pequeños charcos por aquí y por allá. Por eso, una vez que sales de la primera cabaña que puedes explorar, te encuentras con tu nave: mitad barco, mitad carro. En ese mundo casi destruido tú decidiste que no ibas a quedarte parado viendo la vida pasar. Tú, tal vez con la ayuda del hombre del cuadro, decidiste que cogerías ese barco que en ese momento era inservible, le pondrías unas ruedas lo bastante grandes para poder avanzar, y utilizarías un motor de vapor que sería capaz de mover esa enorme y pesada mole metálica que se convertiría en tu hogar.
Porque nada te ata ya a la cabaña, tienes que seguir adelante. Y eso haces. Durante tu largo camino atraviesas tormentas, cementerios de barcos y pequeños pueblos fantasma. Encontrarás maquinaria de un tamaño colosal que te hará sentirte diminuto, atravesarás tormentas todavía más duras y te enfrentarás a numerosos contratiempos que te harán desear abandonar tu camino. Pero no lo haces. Eres fuerte y resistirás todo lo que se ponga en tu contra durante tu viaje. Sin mirar atrás, hasta el final.
O al menos así lo he interpretado yo. Una de las características de este juego es que no te ofrece ningún tipo de contexto ni diálogo, deja todo a tu libre interpretación y a pesar de ser un juego sencillo y lineal puede haber puntos de vista diferentes, dependiendo de las experiencias vitales de cada jugador. Y eso es muy bonito, porque la historia termina siendo solo tuya.
Los controles son sencillos, limitándose a poder corretear a la izquierda y, sobre todo, hacia la derecha, pero también puedes saltar, coger cosas y pulsar botones. Aparte, a pesar de tener una distancia de cámara predeterminada, apretando y manteniendo una tecla puedes acercar la vista o alejarla a tu antojo, por si quieres centrarte en algún detalle cercano o ver desde lejos cómo va moviéndose tu nave bajo las estrellas. No necesitas más opciones de movimiento, porque tu tarea en el juego no va a ser luchar contra un dragón del tamaño de un edificio ni nada parecido, simplemente tienes que encontrar la forma de proseguir tu camino. Las acciones que más vas a realizar son dentro de la propia nave, tienes que encargarte de que siempre tenga combustible alimentando cada poco tiempo el depósito y, para desplazarte, tendrás que poner a toda marcha el motor, vigilando siempre el nivel de vapor y vaciándolo cuando se acumule demasiada presión. Por suerte, durante tu viaje encontrarás velas, unas ruedas mejores y diversas cosas que harán más fácil el mantenimiento y movimiento de tu embarcación. Aun así, no todo es viajar, porque también tendrás que resolver diferentes puzles que te irás encontrando. Son sencillos y claramente delimitados por los únicos colores que veremos durante el juego, el azul y el rojo, pero alguna vez quizá no te des cuenta de cuál es el siguiente paso con solo el primer vistazo. Se ciñen a tener que pulsar botones, mover cosas de un lado a otro o subir y bajar por plataformas para acabar realizando una tarea semioculta, aunque también te llegas a encontrar ciertos puzles que están disfrazados de una tormenta, porque todo se acaba uniendo para dar un sentido de continuidad a la aventura.
Sin embargo, todo esto no funcionaría si no fuese por el vínculo entre la estética y la música, que se mezclan durante todo el trayecto para provocarnos diferentes emociones. La violencia de los climas extremos, la calma de un amanecer suave y apacible, la inquietud de tener que resolver un problema, la tranquilidad de poder seguir adelante. Todo se refleja en los escenarios del juego, que se vuelven de un negro más agresivo cuando hay problemas, o un gris más suave salpicado de pequeñas notas de color tenue durante los ratos de serenidad, y te envuelve con el sonido instrumental, a veces con acordes rápidos y alegres, pero también con melodías apesadumbradas y tristes. Todo ello acompañado de crujidos de madera, brisas que mueven nuestras velas y gotas de lluvia que repiquetean contra el casco de la nave. Una fusión completa que te ayuda a perfeccionar el escenario de tu travesía.
En definitiva, es un juego muy bonito que te hará sentir muchas cosas durante las pocas horas que dura, y no te arrepentirás de jugarlo si en su momento disfrutaste de juegos del estilo de Journey o Shape of the World. Y es que el hecho de coger tu barco, izar las velas y saber que todo lo que te espera va a ser duro, pero vas a poder soportarlo y conseguir salir adelante porque eres lo suficientemente fuerte para llegar a donde te propones, es algo que te calienta el corazoncito.
Copia de prensa proporcionada por Okmotive, ¡gracias!
I run on coffee, sarcasm and lipstick. Hace años le vendí mi alma a Bioware y me convirtieron en la Shadow Broker. Tengo un papelito que dice que soy N7, pero no quieren darme mi propia nave. Me gusta llevarle la contraria a la gente y por eso soy una Inquisidora enana y pelirroja.