O cómo SteamWorld Quest me quitó el miedo a las cartas
Análisis de SteamWorld Quest: Hand of Gilgamech

07/07/2020 | kelerele | 1 comentario
Me encanta ver cosas relacionadas con cartas, quizás fundada con mi obsesión con Yu-Gi-Oh! cuando era una niña, además de que mi familia, como supongo que unas cuantas más en este planeta, también se acercaba a los naipes para pasar el tiempo. Luego, en mis momentos cumbre de procrastinación (o en los que mi mente se encuentra en un bloqueo, muchas más veces de las que me gustaría admitir) me lanzo a ver let’s play enteros de El Corazón de las Cartas: El Videojuego, y madre mía que si me gustan.
Pero en los videojuegos las cartas no me gustan tanto. Bueno, me corrijo. En los videojuegos las cartas me dan disgustos. No es imposible que incluso los bots de Hearthstone me peguen palizas, que solo durara dos combates en cada juego de Yu-Gi-Oh!, que mi cabeza haya borrado toda existencia de Pokémon Trading Card Game y me quedé atascada en un juego de DS sobre juegos de mesa justo en el solitario. No es un historial muy bueno, la verdad, y me ha echado atrás tras ver videojuegos que me llamaban atención, pero que huía de ellos cuando salía la palabra mágica “mazo”.
En realidad, nunca he pedido ser buena en los juegos de cartas ni es algo con lo que no pueda vivir, no obstante; no hay nada que sepa hacer mejor este nuestro sistema socioeconómico que es crearnos obstáculos que solo puedan ser resueltos mediante servicios o productos. En nuestro caso, lo primero lleva a lo segundo: Google Stadia (un obstáculo en sí mismo, pero a eso llegaremos más adelante) y la posibilidad de jugar gratis SteamWorld Quest: Hand of Gilgamech, juego desarrollado el año pasado por los suecos Image&Form dentro de su saga de juegos SteamWorld, en los que los protagonistas y mucho de los personajes son robots de vapor.
Y este sigue teniendo robots de vapor, pero en vez de ser mineros exploradores como en las dos entregas SteamWorld Dig o piratas espaciales como en SteamWorld Heist, aquí nos vamos a tiempos pasados. A tiempos de espada, magia, druidas, y especialmente, de héroes y sus leyendas. De Armilly, la fan más fan y heroína en potencia gracias al Manual de Héroe del mítico héroe Gilgamech, que junto a sus amigos no solo entenderá qué significa en realidad el heroísmo, sino que creará su propia leyenda más que bien acompañada. Esto, a bote pronto, parece muy intenso, pero en realidad es una aventura divertida y tierna, y cuando pueda siempre tirará por la comedia para tratar sus temas, avanzar la historia y mostrar a sus personajes en casi todas las situaciones del juego. Esencialmente todo esto se apoya en que en realidad es un cuento que un padre cuenta a su hijo, con moraleja incluida.

Además del narrador al principio de cada capítulo, también tenemos a Armilly, Intento de Heroína y Narradora Épica en sus ratos libres
En lo que este artículo nos interesa profundizar: es un RPG por turnos, pero en vez de usar comandos tradicionales, usamos cartas perforadas para maquinar qué hacemos cada turno. Aquí es donde el juego me echó un poco para atrás antes de ni siquiera probarlo, incluso con el amor que le tengo yo a Image&Form. ¿25€ por un RPG por turnos de cartas que me eche en el primer combate serio? Para cuando sea millonaria, pensé. O, en este caso, para cuando lo pudiera probar gratis, para hacerme una idea si de verdad iba a disfrutarlo. Y creo que, 50 horas después (no son necesarias tantas, luego os cuento) ha valido, y mucho, la pena.
Además de cómo va metiendo las diferentes capas de las mecánicas poco a poco (como los puntos de vapor, las cadenas y los combos entre personajes) y el equilibro frente a las habilidades enemigas, otro de los aspectos que ha conseguido que las cartitas en este juego me ganen es que los mazos que puedes jugar en los combates se forman con muy pocas cartas. En general, y para poner en comparación con lo que yo recuerdo, en juegos como los de Yu-Gi-Oh! juegas con 40 cartas. Lo obligatorio en SteamWorld Quest es jugar con mazos de 8 cartas, ni más ni menos, y no se pueden ampliar en ningún momento del juego. El hacer mazos tan pequeñitos en que cada carta cuenta mucho me agobia mucho menos que los mazos grandes de muchas posibilidades; porque eso también significa que el enemigo no me la puede liar tanto (o que me puede matar con los mismos 3 trucos, que no os creáis que no me ha pasado). Es hacer poquitas cosas, pero las pocas cosas que hacen se ejecutan tan bien que brillan por sí mismas. Esto también hace que los mazos sean más situacionales, lo bueno es que se pueden cambiar siempre en el menú si no estás en combate y reajustarse es algo bastante cómodo a la larga. Pero eso, 8 cartas justas, y da para movimientos maestros, si no cuentas cada personaje por separado.

Sin puntos de vapor no puedes hacer muchas cosas, pero al menos siempre hay una oportunidad de dar algún golpe gratuito
Por lo tanto, la táctica no recae siempre en lo que puede hacer cada personaje por separado, sino que la magia ocurre cuando piensas no solo contra quién te enfrentas, sino en las sinergias de tu propio equipo para aguantar y ganar. Aquí se ve de nuevo lo poco hecho y lo bien ejecutado porque todas las combinaciones que se me ocurrían estaban ahí. Sí, hay equipos con los que te sientes con mucha más seguridad (por ejemplo, yo nunca quité a Galleo de mi grupo, sí, no puedo vivir sin mi tanque curador); pero eso no impide probar. De nuevo, esto se ve facilitado porque en total hay 5 personajes pudiendo tener como máximo 3 en el equipo activo. Pequeño, pero potente.
Creo que, para todo lo que da de sí este combate, el sitio donde se exploran más los retos de este sistema y que me picó a lo que ocurriría después es el Coliseo, unos «desafíos opcionales» que se desbloquean al llegar a cierta parte del juego. Es una joya que pensaba que iba a ignorar y sin embargo ha sido la razón por la que he alargado el juego unas 35 horas. Sí, si jugáis bien vuestras cartas, la trama solo dura alrededor de unas 15 horas, pero yo me quedé pegadita a la pantalla, a mis robots de vapor y a mis cartas perforadas.
Este juego, y en especial esa parte opcional, me habían hecho olvidar mi aversión a las cartitas (perforadas) virtuales por varias razones. Dentro de lo que son las mecánicas a un nivel más obvio, el Coliseo llega justo en el momento donde ya lo tienes casi todo (personajes y cartas), por lo que las mecánicas ya las tienes interiorizadas, cada copa le da un girito más a la dificultad con una recompensa más que adecuada, y mantienen la constante del juego de que no es necesario tener un nivel alto para pasarlo sino una táctica sólida. Además, como en otros juegos como en Celeste, facilitan mucho reintentar las copas, o a ir y volver entre trama y capítulos gracias al sistema dividido en capítulos en el que está separado en todo el juego. Si necesitas más materiales o más nivel, escoges el capítulo que más rabia te dé, y vas a por él hasta que te cansas y vuelves al Coliseo, porque tampoco tienes que repetir el capítulo entero para volver al Coliseo. Las estatuas en donde guardas la partida hacen que todos los enemigos de varias pantallas vuelvan, otra cosa que lo hace todo más fácil y que ese rato de subir de nivel y ahorrar sean de vaciar la cabeza y/o escuchar algo de fondo (bajo las condiciones de Stadia, voy a llegar allí, lo prometo).

Ahí va la más reina a demostrar que es la mejor, la mejor que habrá jamás
Además, hay otras facetas que están más en el ambiente del juego y la actitud que me crea hacia ellos: en el momento de subir de nivel y pensar las tácticas para las copas finales ya había conseguido pillarles cariño a todos los personajes jugables. El arte y en especial la música son preciosos. Desbloquear la Gramola tras pasarme el juego me ha dado años de vida, y pensar en la música de créditos finales me hace llorar de amor. En general, aun siendo una aventura típica de unos personajes típicos que, oh, vaya, cómo puede ser, van a salvar el mundo con el poder de la amistad y el trabajo en equipo, se nota que todo el juego ha sido desarrollado con mucho mimo y amor. Todo el juego transmite un ambiente agradable en el que, simplemente, jugar, ya sea ganando o perdiendo.
Aquí es donde se mete Stadia. Estoy muy agradecida de que, desde todos los juegos que se podrían haber ofrecido de gratis en los dos meses gratuitos de Stadia Pro, hayan tenido en cuenta la saga de SteamWorld y tener la oportunidad de así probar esta pequeña maravilla. Stadia puede ser una plataforma muy cómoda con la que he podido tirar este juego en ordenadores que de otra manera no podrían ni ejecutarlo. Pero. Me encuentro en una de las zonas del país en las que, supuestamente, está la mejor conexión a Internet y, todavía más importante, más estable. Pero a Stadia no le parecía suficiente. Stadia siempre va a querer más de tu disponibilidad y de tu conexión a Internet. El ordenador en el que mejor me funcionaba era el que estaba conectado al Ethernet, y a veces. Y si quería jugar con otro ordenador que no fuera ese, ya podría tener el resto de las ventanas cerradas y estar bien cerquita del router para que, a lo mejor, funcionase, aunque estuvieran la acción y el sonido descoordinados, que los turnos pueden esperar. Y si no funciona, pues te echa. Agua eterna para la fuente de la frustración dentro de mi cabecita. Y la gota que colma el vaso es que varias de las configuraciones más importantes (como rebajar la calidad con la que quieres ver el juego) solo se pueden cambiar desde la aplicación del móvil. Por qué. Ahora mismo Stadia es todo potencial y limitaciones a la vez. Hay tanto que mejorar y optimizar que, bueno, gracias por estos dos meses, pero me veo incapaz de pagar por esto o comprar mis juegos por esta plataforma.

Todo son risas y diversión hasta que no te reconoce la conexión
Estoy deseando volver a correr por el campo con Armilly, Copérnica, Galleo y los demás sin depender de la conexión Wi-Fi. Puedo decir perfectamente que gracias a SteamWorld Quest: Hand of Gilgamech he roto otro ladrillo de mi muro del miedo a lo desconocido (no es una zona de confort, no estoy cómoda, solo estoy hasta arriba de inseguridades hasta en mi ocio). Por lo que, como sucede en otras disciplinas, lo que ocurría no era tanto que no me gustaban “los videojuegos de las cartitas”, sino que no había encontrado el indicado. La paciencia, ternura y el ambiente relajado y cómico de SteamWorld Quest ha sido justo lo que necesitaba.
"No estoy muerta, estoy en alguna mazmorra de parranda. O escribiendo, que quién sabe con estos tiempos". Me puedes encontrar como @anus_kele en Twitter.
Etiquetas: cartas, Image&Form, juegos de cartas, mazos, pc, Stadia, Stadia pro, Steamworld, Steamworld Quest, Steamworld Quest: Hand of Gilgamech
Yo también estoy jugándolo en Stadia y no tengo ningún problema. Para mi Stadia ha sido el gran descubrimiento de la pandemia el problema es que es mentira que solo necesites un navegador Chrome. Hay ordenadores que requieren ciertos ajustes como desactivar la aceleración en el chrome u otras movidas, otros ordenadores no toleran bien la decodificación continua del streaming de video con el codec VP9, pero pasado ese trago va bien. xD Admito que tras el primer més me convenció lo suficiente para comprar el chromecast ultra y el mando y he de decir que la diferencia es abismal. Se nota que está optimizado para el cacharrito ese al que puedes conectarte via ethernet o wifi 5Ghz (de hecho conectando a wifi 2.4Ghz no va a funcionar bien nunca y nunca han dicho que lo vaya a hacer ).
Echale un ojo a West of Loathing es muy divertido.