Análisis de Slayaway Camp

«A mí no me gustan los puzles, pero…»

«A mí no me gustan los puzles, pero…»

Si habéis leído y escuchado algunas de las otras cosas que he publicado en esta misma web, probablemente ya sabéis que me apasiona Pokémon. No obstante, siempre ha habido un diseño de niveles recurrente en la saga principal de esta franquicia que me ha sacado de quicio: las zonas de hielo. Pequeños puzles que solían aparecer cuando ya nos acercábamos al final del juego y entrábamos en la obligatoria área invernal, con su suelo congelado sobre el que teníamos que deslizarnos en el orden correcto para poder avanzar o seguir explorando. Desde tiempos inmemoriales las encuentro extraordinariamente frustrantes y un tanto amargas porque, en cierto modo, simbolizaban que aquel juego que estaba disfrutando tanto estaba próximo a terminarse.

Os podéis imaginar cuál fue mi reacción cuando descubrí que Slayaway Camp, un juego del que sólo había escuchado críticas positivas y alabanzas varias, se basaba precisamente en esta mecánica: deslizarte en un orden concreto, utilizando los obstáculos y objetos del camino para frenar tu impulso y poder desplazarte al lugar que necesitas para resolver distintos puzles.

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¿Cómo de difícil puede ser llegar al centro de esta habitación? No parece nada del otro mundo, ¿verdad? Os sorprenderíais.

Naturalmente, pensé que iba a odiarlo.

Pero nada más lejos de la realidad.

A pesar de esta anécdota, no quiero seguir hablando de Slayaway Camp, un juego de rompecabezas creado por Blue Wizard Digital e inspirado en el cine de terror de los años 80, sin aclarar que no tiene parecido alguno con Pokémon en ninguno de sus aspectos. Y a pesar de eso, no puedo evitar evocar recuerdos de esa maldita zona de Ciudad Endrino llena de Swinubs que tantas pesadillas me dio en la infancia. Lo cual sólo hace que la forma en la que este juego me ha atrapado tenga todavía más mérito. A pesar de los malos recuerdos.

Vamos, ahora sí, a situarnos en el tema que nos atañe: en el juego encarnamos a un asesino en serie, al más puro estilo slasher, que se infiltra en diversos lugares (comenzamos en un campamento, pero pasaremos por cabañas, hospitales, parques de atracciones…) para asesinar a sus víctimas mediante diversas tácticas. La ambientación de slasher es prácticamente accesoria, y el juego bien podría funcionar con cualquier otra temática, pero lo cierto es que las referencias están bien trabajadas y le añaden un tono sorprendentemente simpático.

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Hay un nivel inspirado en Tiburón…

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…en el que tú eres, naturalmente, el tiburón.

El problema es que nuestro asesino en serie de turno no es demasiado hábil y sólo puede desplazarse en línea recta, así que nos tendremos que valer de nuestro entorno para conseguir que llegue hasta su destino y no se quede atascado. Algunos niveles tienen límite de turnos y otros simplemente nos ponen en riesgo de morir quemados o ahogados. Nada particularmente novedoso ni excepcional en las mecánicas, pero están empleadas de una forma muy inteligente y dinámica que hace que, aunque nos atasquemos en ocasiones, morir intentando buscar la solución mediante prueba y error no resulte demasiado frustrante: no pasaremos más de dos minutos jugando el nivel, y rápidamente podremos volver a intentarlo. La mayoría de fases son lo suficientemente intrincadas como para que nos sintamos satisfechos con nosotros mismos cuando las resolvemos, pero el juego no se vanagloria en ser demasiado difícil y, si alguna fase te supera, te permite ver la solución a cambio de unas pocas monedas: eso sí, tendremos que memorizarla y ejecutarla nosotros mismos. A Slayaway Camp le parece bien echarnos una mano, pero quiere que entendamos lo que estamos haciendo.

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Todavía tengo pesadillas con este nivel.

Aun así (y esto os lo dice una persona a la que los juegos de puzles se le dan muy, muy regular) probablemente no os veais recurriendo a estas pistas muy a menudo, porque la curva de dificultad del juego está lo suficientemente bien medida como para que tan sólo nos veamos realmente atascados en contadas ocasiones. Y aun así, cuando esto sucede, la táctica más eficaz es alejarnos un rato del juego, hacer otras cosas, y volver un rato más tarde a reconsiderar el puzle desde una perspectiva distinta. En este sentido, hay un acierto muy grande en Slayaway Camp que no me atrevería a decir que está hecho del todo a propósito pero que funciona a la perfección: el nivel bonus. Una especie de nivel adicional que se nos desbloquea casi al principio del juego y que nos permite conseguir monedas para desbloquear coleccionables mediante una mecánica sencilla: apretar un botón en el momento correcto.

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Alerta: esta movida es súper adictiva.

Es sencillo, es rápido y es una distracción perfecta para despejarnos un rato de ese nivel que se nos ha atascado y al que no le vemos la salida todavía.

Otro de los puntos interesantes es que cada nuevo nivel nos presenta un nuevo asesino, y cada nuevo asesino tiene su “particular forma de matar”, lo cual genera que las pantallas finales de cada película (así es como se llaman las diferentes fases) vayan combinando cada vez más de las distintas mecánicas que se han ido introduciendo en los niveles anteriores. Donde antes sólo podíamos asustar a las víctimas para que corriesen hacia una muerte segura o asesinarlas a sangre fría, ahora podemos empujar estanterías, apagar las luces, lanzarles al agua. Y, por supuesto, también nos toparemos con más situaciones en los que nosotros mismos terminaremos escaldados.

Bonus: llega un momento en el que hay gatos y el juego nos penaliza por crueldad animal si los asesinamos. Quiero decir, masacre humana vale, pero, ¿quién le haría daño a un gatito? Una cosa es libertad y otra libertinaje.

Si tuviera que ponerle alguna pega podría ser que el sistema de mejoras podría estar un poco más pulido: con las monedas que obtenemos podemos comprar distintos “ataques”, nuevas formas de acabar con nuestros enemigos, pero su función dentro del juego, más allá de desbloquear el logro de turno cuando las adquirimos, no termina de estar clara, y prácticamente puede prescindirse de ellas por completo.

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Aun así, los nombres y las descripciones de los coleccionables son, con bastante frecuencia, muy divertidos.

Quizás también se echa en falta que alguno de los niveles tuviese varias soluciones alternativas en lugar de forzarnos a encontrar sólo una de ellas. Pero en cualquier caso, Slayaway Camp es un juego divertido, inteligente, lleno de referencias y juegos de palabras simpáticos que puede, sin ninguna duda, mantenernos atrapados durante más de una tarde. El único riesgo es que os guste tanto que os quedéis con ganas de más, pero respecto a eso, no os preocupéis: el juego continúa actualizándose mensualmente, añadiendo más contenido, más personajes jugables y más niveles de forma totalmente gratuita.

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roguequit
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Tirana de lo cuqui. Presento @elpugcast porque mi referente periodístico es la Rana Gustavo. Me fui a buscar el Nuclear Throne un día y aún no he vuelto. Si me veis por ahí, enviad ayuda. No, en serio.

2 comentarios
Pauler
Pauler 06/03/2017 a las 1:00 pm

Aaaah, me has picado mil! Yo también odio las pantallas de hielo del Pokémon (y de cualquier juego, el Ocarina of Time también tenía una de estas que era pesadillesca), pero por cómo los describes el juego parece muy entretenido. Por cierto, me recuerda muchísimo a la estética y en general la dinámica (monedas, desbloqueos graciosos pero inútiles) de Crossy Road y Jumpy, ¿es de los mismos creadores?

Miguel Sendai
Miguel Sendai 07/03/2017 a las 1:49 am

Odio tanto o más que tú los puzzles de tipo «hielo»…

Amo FFX pero cada vez que quiero rejugarlo me echo a temblar en el primer templo de hielo, tiemblo en serio.

Por otro lado me resulta muy curioso este título que nos propones, ¿En qué plataformas está disponible?

Genial artículo por cierto, enhorabuena.

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