No controles mi forma de vestir, porque es total y a todo el mundo gusto

Amar en tiempos de magia

Amar en tiempos de magia

Soy una apasionada de los RPG de espada y hechicería. Ya hace años me obsesioné de forma muy intensa con Dragon Age y, cosas del destino, lo primero que leí en Todas Gamers versaba sobre este juego. De hecho, y antes de formar parte del equipo de la web, leí a GlitchedGhoul o a Reina de los Gatos (no recuerdo quién, exactamente) decir que Dragon Age es un otome. Qué razón tenía. No es solo por el gameplay o mi propio camino del héroe, sino que una parte importante también son las relaciones que establecemos con nuestro equipo.

Dragon Age: Origins ya nos presentaba un buen conjunto de personajes con los que podíamos, si lo deseábamos, tener un romance. Por supuesto, no es nada obligatorio, sino que podemos tener amistades más o menos estrechas y entregar nuestro corazón a derrotar al archidemonio. La mecánica principal para llegar a enamorar a quien más nos guste se basa principalmente en conversaciones y decisiones, como buen juego de rol, teniendo además en cuenta la orientación sexual del personaje escogido. Así, Morrigan y Alistair son canónicamente heterosexuales, a diferencia de otros personajes como Leliana o Zevran.

Algo similar ocurrió con Dragon Age II. Las opciones de amigos y compañeros son más reducidas, siendo completamente imposible cortejar a todo el mundo (jamás perdonaré a Bioware no poder darle besitos a Varric). La principal diferencia es que podíamos compartir cama con los cuatro personajes romanceables sin atarnos a ninguno, y que todos ellos eran bisexuales. A posteriori y en un DLC, conocimos a Sebastian Vael, y con él llegó la primera posibilidad de un romance sin sexo de por medio. No lo definiría como puramente asexual sino casto, en el sentido de que Sebastian rechaza en ese aspecto a nuestro Hawke dado su profundo compromiso con la Capilla.

Isabela, de Dragon Age II, aconseja a Merrill que no se acueste con miembros de la tripulación, porque si no no le harán caso

Donde tienes la olla no metas el mástil

Quizá por lo mucho que disfruté de esta mecánica en los juegos anteriores, mis expectativas con Dragon Age: Inquisition fueron altísimas. No fui la única, puesto que al anunciarse el título y los diversos personajes ya quien más quien menos iba eligiendo a quién pretender durante su primera partida. En Inquisition sentí personalmente que las relaciones estaban mucho mejor construidas, sin que el sexo se sintiese como una recompensa sino como un añadido que podía estar o no presente (como es el caso de Josephine). Además de con nuestro equipo aventurero podíamos establecer vínculos permanentes con personajes más o menos importantes de la trama, y ver cómo habían terminado las cosas en la secuencia final era muy gratificante.

Recuerdo que, poco después de terminar Dragon Age II, empecé Skyrim con unas expectativas similares. En mi cabeza tenía todo el sentido y, si bien la aventura y exploración son increíbles, el formar un hogar me decepcionó enormemente. The Elder Scrolls, como saga, se centra mucho más en el combate y las historias que en nuestros compañeros, como ya nos indica la ausencia de una party propiamente dicha. Sí, podíamos ir con un acompañante, pero no deja de ser una mula de carga y una buena distracción para nuestros enemigos. Al final todo se redujo a conseguir un amuleto de Mara, escoger entre el elenco de solteritos y de ahí a la capilla directamente. Al menos comparte el dinero de la tienda y ejerce de progenitor mientras una está dándose espadazos contra dragones antiguos, eso sí.

Tras probar muchos juegos y encontrarme situaciones similares, llegué a la saga de The Witcher. Empezando por el ya vetusto y un poco odiado primer título, que fue todo un carrusel de emociones. La sorpresa mayúscula fue cómo Geralt iba coleccionando experiencias sexuales a modo de recompensa de misiones secundarias, llevándose una carta como si fuese el recordatorio de la Comunión. Mejor no pensar demasiado en el tema. Se nos presentaban nuestras relaciones (esporádicas o permanentes, como la elección final entre Triss y Shani) como un mero trámite, sin apenas vínculo y, desde luego, primando el aspecto carnal.  Eso no impidió que disfrutase mucho el juego, ojo, pero desde luego es algo que rechina enormemente.

Geral y Triss contemplan la puesta de sol mientras conversan

The Witcher III cambió las cartas coleccionables por las historias. Y menos mal

The Witcher III, sin embargo, ya es harina de otro costal. Con un Geralt notablemente más humano y expresivo, la elección de romance que se nos plantea es entre Triss y Yennefer. A poco que conozcamos al personaje, sabemos cuál es la pareja canónica del brujo, pero eso no impide que se nos permita elegir. No solo eso, sino que podemos terminar la historia sin ningún paso en ese sentido, y no ocurre absolutamente nada. Lo que sí resulta gratificante es la aparición de un camino a seguir, con el baile de máscaras de Triss, la ayuda a Yennefer en las islas Skellige o las múltiples misiones que realizaremos acompañando a Syanna o Shani en Blood & Wine y Hearts of Stone, por poner algunos ejemplos. The Witcher III se toma su tiempo en construir relaciones, y que quien juegue conozca y aprecie a los personajes que aparecen ante sus ojos. Aunque la saga entera de The Witcher peque de recrearse en mostrar pechugas por doquier, en su último título tenemos mucho más que sexo porque sí, y se agradece.

Finalmente, no puedo hablar de juego de rol sin nombrar el gran título que nos ha regalado 2023: Baldur’s Gate III. Se ha convertido en la gran obsesión y pozo de horas de muchísima gente, entre las cuales me incluyo  sin duda alguna. Es más, algo que me ha llamado la atención es que todas las personas que nos enamoramos de Dragon Age hemos dedicado un número indecente de horas al título de Larian, y las que nos quedan. Ya desde su early access nos presentaba un conjunto de héroes tremendamente variado, de los que además sabíamos que, al igual que la saga de Bioware, serían en su mayor parte romanceables.

Fuera de sus cualidades como RPG, uno de los puntos fuertes de Baldur’s Gate III son las relaciones. Todos los personajes cuentan con su propia historia, que incluso podemos vivir en primera persona si seleccionamos uno de los orígenes predefinidos. Durante todas estas misiones podemos elegir iniciar un romance con ellos, siempre y cuando se cumplan ciertos requisitos y hayamos alcanzado la aprobación necesaria mediante nuestros actos. Una anécdota cómica del lanzamiento es que se tuvo que corregir en un parche la predisposición al acercamiento entre el resto de personajes y nuestro avatar, ya que por un bug no era necesario tener apenas relación para que nos persiguiesen con intenciones libidinosas. Nuevamente, el emparejamiento es solamente una opción y no cambia en absoluto el devenir de los acontecimientos.

Gale dice a nuestro Tav que no debería sorprenderse de lo bien que maneja la lengua con lo mucho que le gusta hablar

* Cortocircuita *

Además de la bisexualidad, que es algo común para todos los personajes y un aspecto inclusivo que se agradece enormemente, aparecen nuevas opciones. Varios de los personajes apoyan el poliamor y las relaciones abiertas, llegando el propio Halsin a hablar explícitamente del tema. No es algo común para todos, sin embargo, y algunos nos pedirán un romance monógamo al plantearnos la idea. Tampoco se nos obliga a tener un compromiso para encamarnos con ciertas personas, pero no es ninguna novedad en el género. Se echa de menos, eso sí, la existencia de personajes asexuales. El espectro de la atracción sexual es muy amplio y, aunque se han dado pasos en la visibilidad, aún quedan muchos por dar.

Como aspecto negativo a todos los RPG en general, resulta llamativo que haya pocos títulos en los que no aparezca un prostíbulo. Tenga o no contenido más o menos explícito, la explotación sexual es algo que se refleja persistentemente en los diversos juegos, y no siempre como algo negativo. Y no solo eso, sino que es frecuente que alguna de las misiones muestre que se ha ejercido violencia explícita sobre quienes trabajan en el sexo. Está bien conocer que es un sector de la sociedad particularmente en riesgo pero, al igual que el tropo de la mujer en la nevera, no es necesario que esté presente permanentemente.

Personalmente, las opciones románticas de los RPG son un añadido que me despierta mucho interés. Si un personaje de nuestro equipo está bien construido resulta enormemente sencillo encariñarse, y reconozco que en no pocas ocasiones he ido a ver a mi contraparte sabiendo perfectamente que no habrá ninguna frase o cinemática nueva, sino por el placer de escucharle. Pero resulta importante también la inclusión y que la mayor parte (idealmente todas) de las personas que jueguen sientan que hay alguien con quien poder identificarse. Por mi parte seguiré enamorándome en los juegos que están por venir, disfrutando de la libertad de elección y lo que surja. Porque a mí eso del libertinaje me suena particularmente bien.

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Alystrin
Alystrin @Alystrin

Cosplayer, otorrinolaringóloga, streamer y, sobre todo, mamarracha profesional. Cuqui del almendruqui que no dudaría en sacarte las muelas por tus "incorrecciones políticas"

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