Me cago en la mar salada
Sea of Solitude – Agua pasada no mueve molino

19/06/2022 | Aonia Midnight | No hay comentarios
“Uff”. Esto fue lo único que fui capaz de expresar al terminar mi primera partida de Sea of Solitude. Y no para bien. No fue un suspiro de placer tras un viaje que deja sin palabras. Más bien todo lo contrario. ¿De verdad acabo de presenciar esta historia? Pese a ello, le di otra oportunidad. De todos modos, tenía que sacar algunas notas para escribir un par de artículos y me había dejado algún que otro coleccionable por obtener y logros que desbloquear. Además, puede que me hubiera perdido algún detalle. O que las advertencias de la gente de mi entorno que lo había jugado me sugestionaran a buscarle fallos. Pero no. Ni siquiera el aviso de que se trata de una experiencia personal lo salva. Pero hablemos de ello en profundidad. ¡ATENCIÓN, SE VIENEN SPOILERS!
Nota: El presente artículo trata temas delicados en salud mental (depresión, acoso escolar, relaciones tóxicas). Si este tipo de contenido te genera algún tipo de ansiedad, recomiendo que dejes de leer o que, si lo haces, te tomes tu tiempo para controlar cómo afecta a tu propio bienestar.
Sea of Solitude no se anda con sutilezas y desde el primer momento nos meterán en harina. Durante nuestra aventura encarnaremos a Kay, una joven que no comprende por qué se siente tan hecha polvo o cómo le pesa tanto la soledad. No quiere seguir sintiéndose así y, tras atisbar un rayo de luz, decide seguirlo con la esperanza de despejar las sombras y aportar algo de claridad a su situación. Hasta aquí todo bien, otro juego sobre salud mental. Uno de mis temas favoritos, especialmente a la hora de plantearme rejugarlos y sacarles todo el jugo.
El problema viene cuando el viaje por las memorias de Kay nos muestra que su sentimiento de soledad deriva de que las personas de su entorno —su hermano pequeño, sus padres y su pareja— están demasiado centradas en sus cosas como para atender sus necesidades. Esta perspectiva per se no sería nada del otro mundo si no fuera por cómo se muestra a lo largo del juego.
El hermano pequeño de Kay, Sunny, sufre acoso escolar. Éste comparte sus inquietudes y preocupaciones con su hermana mayor conforme avanza el tema y Kay lo ignora completamente. Durante esta fase de Sea of Solitude, apreciaremos cómo la angustia de Sunny aumenta según escala el abuso, pero Kay está demasiado ocupada hablando con su novio para darse cuenta. Esto es especialmente grave cuando Sunny se plantea si merece la pena seguir viviendo, a lo que Kay estalla con una carcajada por algo que le ha enviado su novio. Y no solo eso, el pequeño se enfada y ella le responde que puede volver a contárselo, pero que primero vea lo que le ha hecho reír. Y, en un vago intento por aparentar que le estaba prestando atención, le dice que últimamente es muy temperamental y le pregunta qué tal con sus amigos. Todo un despropósito.
Al visitar este momento de su vida, podríamos pensar que Kay era una adolescente hormonada y enamorada. Y que el egocentrismo propio de la edad guía sus palabras. Pero no. En ese momento, Kay ya tiene unos 22 años, edad más que suficiente para detectar que Sunny necesita atención. Y, más importante si cabe, ayudarle o buscar la forma de hacerlo. Al revisitar estas memorias, Kay se da cuenta de que obró mal, pero echarle una mano aquí, en sus pensamientos, ¿de qué sirve? Aprende la importancia de escuchar y continuamos la aventura. Realmente no sabemos cómo terminó la historia, dado que el auxilio que ofrece a Sunny ocurre en un entorno que asumimos ficticio.
La relación de los padres de Kay pende de un hilo. Visitaremos diferentes etapas de la relación a modo de contexto: desde su primera cita hasta el enésimo intento por arreglar las cosas. Descubriremos que se trataba de una pareja que quería descendencia y que no tardaron en traer al mundo a Kay, su primera hija. Cuando ésta apenas cuenta con cuatro años, las cosas ya están algo torcidas: el padre pasa demasiado tiempo fuera de casa por trabajo y a la madre no le parece bien. Durante el paso por esta etapa de su vida apreciaremos los diversos intentos de la madre por cambiar la situación: recibirle con desazón, tener otro bebé (Sunny), intentar hablar las cosas o escuchar a su marido, resignarse sin molestarlo e incluso comprar una casa.
Con un marido ausente que no suele cumplir lo que promete y unos hijos que no entienden por qué apenas ven a su padre, veremos a una madre sobrepasada. No sabe cómo mantener unida a su familia ni responder a las dudas e inquietudes de sus hijos y eso le pasa factura. Esto hace que, a pesar de arrugar la nariz ante algunas acciones de la madre, cueste horrores empatizar con el padre. Incluso tratando de comprender lo de tener un trabajo absorbente. De hecho, visitaremos con Kay una serie de recuerdos de especial relevancia.
Por un lado, cuando Kay tenía cuatro años, el padre aparece tras dos días trabajando fuera de casa sin dar señales de vida. La madre le echa en cara tanto que se equivoque con la edad que tiene su hija como que no haya sido capaz de ponerse en contacto con ellas en ese tiempo. A lo que él responde diciendo que no discuta delante de Kay y ofreciéndole a la pequeña ir a tomar un helado, invalidando por completo a su pareja. Por otro lado, asistiremos a una intensa discusión entre ambos en la que, entre el intercambio de reproches, el padre acusará a la madre de querer hijos. Y cuando ésta —junto a la persona que juega si ha prestado atención, no tengo dudas— responde que fue él quien habló de tenerlos (en la primera cita ni más ni menos), él replicará que no tan pronto, pero que, al parecer, ella tenía mucha prisa. Increíble.
La turbulenta relación entre los padres de Kay ocupa toda su vida. Con mayor o menor consciencia sobre la situación, ha podido ver cómo las cosas iban de mal en peor desde una edad muy temprana. Y no solo eso, también cómo ello afectaba a la familia como burbuja y a sus integrantes individualmente. Sin embargo, a sus 24 años, Kay todavía cree que lo que necesitan es comunicarse. Incluso cuando es consciente de que ambos seguían juntos por ella y su hermano, simplifica la situación apelando al hecho de que seguro que todavía se quieren. Y hasta se ofrece a escuchar a su padre para arreglar las cosas. En este punto de Sea of Solitude no puedo evitar ver a una Kay infantilizada e incapaz de hacerse a la idea de “padres separados”. Y esta percepción se incrementa cuando la resolución de esta fase es que, cuando aparentemente los padres deciden dar el paso, ella se desmaya. Ante esto, ambos dejan de discutir, se centran en ella y continuamos con otra cosa.
De nuevo, no sabemos cuál fue el desenlace de la historia. Asumimos que se divorciaron y Kay comprendió que a veces esta es la mejor decisión. E incluso que el divorcio de sus padres no implica que dejen de quererla a ella. Pero, como con Sunny, éstas solo son conclusiones que extrae quien juega y dependen de la atención que se presta. Sea of Solitude no profundiza más en el asunto.
Por último, en relación con el novio he de admitir que tengo sentimientos encontrados. Una vez más, estamos ante una relación en la que aparentemente la comunicación ni está ni se la espera. A través de esta colección de recuerdos observamos una relación algo tóxica, en la que, si bien Kay no parece mostrar demasiada empatía con el estado depresivo de su pareja, éste tampoco presenta una conducta deseable. Es decir, nos muestran a un joven frío y distante, que fácilmente puede estar días sin dar señales de vida, que desaparece durante un evento social sin avisar siquiera a Kay, su novia, y que tampoco se excusa o lamenta en ningún momento. Más bien al contrario, suele ponerse a la defensiva y no hacerse cargo de sus errores.
En cuanto a Kay, reviviremos situaciones en las que no comprende la conducta de su pareja y trata de estar siempre con él, hacer planes o incluirle en actividades con sus amigos. Este episodio de Sea of Solitude nos muestra un continuo tira y afloja de Kay con su novio. Donde éste se muestra cariñoso tras un desplante, pero en cuando ella se ofrece a escucharle, responde de forma airada. De hecho, revisitando estos recuerdos, Kay dirá “es cierto que a veces se irrita por nada”. Aunque el punto más importante de este recorrido quizás sea el momento en que descubrimos que él decidió romper la relación un mes antes de nuestra aventura. ¿Significa esto que lo que sumió en una depresión a nuestra protagonista fue dicha ruptura? ¿Qué tienen entonces que ver los eventos anteriores? ¿Tratan de decirnos que fue un cúmulo de cosas y que Kay no podía aguantar más?
Asumimos, entonces, que el episodio de los padres nos ha de servir como contexto para entender la forma de ser de Kay con su pareja. Como una forma de decirnos que Kay no quiere verse en la misma situación. Sin embargo, no debemos olvidar lo más importante: estamos recordando eventos pasados. Es decir, haber aprendido a escuchar durante lo ocurrido con su hermano y tratar de aplicarlo con sus padres y su pareja no tiene mayor sentido. Nos estamos moviendo en un mundo onírico a posteriori. No hay una aplicación real de su aprendizaje. Y puede que ese sea el gran problema de este juego.
Sea of Solitude se presenta como una experiencia personal en la que no hay un verdadero aprendizaje. O si lo hay, el hecho de escuchar, no se aplica en ningún momento. Las escenas que nos muestran cómo ayuda a su hermano, padres o novio no son reales, son puramente mentales. Y ayudarlos en este espacio ficticio es lo que al parecer le ayuda a superar su depresión. No quisiera pecar de poco empática, pero considero que Kay es una persona bastante egocéntrica que realmente no extrae un aprendizaje efectivo de la aventura. Y que, por tanto, el título en sí es poco más que una especie de justificación por parte de Cornelia Gepperts, su creadora. Una forma de coger una experiencia personal y darle forma de juego a modo de ¿terapia?
Quizás sea por cómo está planteado el título. Kay es un monstruo (o se siente así) por no haber ayudado a las personas de su entorno. O porque la soledad que sentía al ver que no le prestaban atención la sumió en la oscuridad. Fase a fase nos damos cuenta de que el título está lleno de incongruencias, cosas cogidas con pinzas y, sobre todo, de soluciones a posteriori. La soledad, los monstruos o la mochila de Kay son elementos que se han utilizado sin saber bien con qué fin.
En Sea of Solitude, si algo queda claro es que el “mar de soledad” es el que rodea a Kay. Su hermano se sintió solo, su madre se sentía sola —venga, va, su padre seguramente también, aunque sea un cap…— y su pareja no tenía ganas de relacionarse con otras personas. Así pues, básicamente nos están diciendo que Kay ha tenido una vida durísima y que la ruptura ha sido la gota que ha colmado el vaso. Pero la realidad es que ella, per se, solamente se ha visto implicada en su relación de pareja. Ignoró a su hermano y su papel en la relación de sus padres es pasivo. Es más, en lo referente a estos últimos lo que nos muestran es puramente episódico y ella poco o nada podía hacer.
En cuanto a los monstruos, en un primer momento pensé que se trataría de representaciones sobre las ansiedades e inseguridades de Kay. Una nada sutil representación de esas voces interiores que nos castigan o incluso la crueldad con la que somos capaces de tratarnos. Unos seres que tratan de hacer daño a Kay, que la acechan, tratan de atraparla y le lanzan mensajes nocivos. Sin embargo, en el último tramo de Sea of Solitude, los mismos monstruos que le atacaban, ahora le dicen que se aleje de su pareja. Y no precisamente haciéndole creer que es insuficiente o que el chico no le quiere. No. Por autoprotección, para evitar que sufra. ¿Qué? ¿Cómo te quedas? Y por si fuera poco, Kay los desoye, llega el recuerdo de la ruptura y… ¡les pide perdón por no haberles hecho caso! A estas alturas de la partida, os aseguro que le grité a la pantalla. Aunque lo más interesante de todo es que a esa disculpa de Kay, los monstruos responden que está bien que no les escuchara porque así aprendió. ¡Tócate el moño!
Kay con 20 años no aceptó que sus padres se fueran a divorciar. Con 22 ignoró el sufrimiento de su hermano pequeño por estar demasiado embobada con su pareja. Y a los 24 se hunde en una depresión porque su relación tóxica no funciona. Una relación de dependencia, vale, bien, te lo compro. De hecho, ni siquiera pongo en duda la depresión de la protagonista. Pero el aprendizaje que saca de todo esto es que no está sola porque tiene a sus demonios para ayudarla. Porque los mismos que le gritaban que era una inútil, luego le dicen que esa relación acabará por destruirla. ¿Perdón?
A lo mejor es una cuestión de enfoque, pero no lo veo. Y lo he intentado. Al final la historia es una excusa para justificar las vivencias de Kay, su egocentrismo, o su percepción de las cosas, y la verdad es que ha aprendido entre poco y nada. Unir cabos durante nuestro paso por sus recuerdos lo único que saca en claro es que Kay se siente sola y deprimida porque una relación sentimental ha terminado. Y el contexto que nos dan es que, como el matrimonio de sus padres fracasó (según ella) por falta de comunicación, ella no quería caer en el mismo error. Cosa que tampoco le funciona, porque aparentemente sí trata de comunicarse con su pareja, pero él ni quiere ni se lo toma bien. ¿Y lo de Sunny? ¡Si no se dio ni cuenta de la situación hasta que no hace un ejercicio de memoria! No puedo evitar imaginar al equipo de desarrollo diciendo “no sé, tú cuélalo y ya veremos cómo encajarlo”. En todo caso, como forma de mostrar lo prendada que estaba de su novio. Aunque lo que realmente veamos es que se comportó como una persona de mierda.
He de admitir que no me di cuenta de la edad que tenía Kay hasta mi segunda vuelta por Sea of Solitude. Al principio estaba convencida de que era una adolescente que no contaba con más de 18 años. El viaje por sus recuerdos no muestra actitudes adultas en ningún momento, sino más bien todo lo contrario. Parece que estamos continuamente ante una joven en la edad del pavo. Demasiado enamorada de su novio para atender las necesidades de su hermano pequeño y demasiado preocupada por cómo le afectaría a ella la separación de sus padres como para ver cómo les afecta a ellos seguir juntos. E incluso la forma en que se relaciona con su pareja. En ningún momento diríamos que estamos ante una persona de 24 años.
La única manera en que podría darle a esto cierta manga ancha sería apelando al hecho de que, en ocasiones, la infantilización es un mecanismo de protección ante situaciones que no se quieren afrontar. Pero, aun así, estaría cogido con pinzas. Estamos ante una persona que actúa continuamente como una niña. Asimismo, nos muestran que aprende lo importante que es escuchar con el caso de Sunny y cómo lo traslada tanto a sus padres como a su pareja. Sin embargo, no olvidemos que estamos ante un viaje mental por sus recuerdos, por lo que realmente este aprendizaje no ha tenido una aplicación verdadera en lo que estamos revisitando. Y, por tanto, resulta algo incongruente.
Me da bastante rabia que Sea of Solitude haya resultado tan decepcionante. Tiene todo el material necesario para ser un buen juego. Con una buena historia y otro enfoque, lograría sacar partido a elementos relativos a la salud mental muy interesantes. La mochila que carga Kay, sus monstruos, la forma en que se representa a las personas de su entorno, el uso del agua y la forma en que lo inunda todo, un montón de elementos muy buenos y, a su vez, totalmente desperdiciados.
Hablamos de Sea of Solitude a petición de la gente de Patreon. Hazte mecenas desde 2$ al mes.
Curiosa, reflexiva y torpe // Palomitas y cerveza // Psicóloga porque lo dice un título // Mi mente está llena de mundos en los que evadirme // Nothing is true, the cake is a lie